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EXTREMADURA

Iniciado por papo1, Mar 07, 2023, 07:32:44

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EL MAR DE CEREZOS PROTEGIDO COMO BIEN DE INTERÉS CULTURAL
Al igual que ocurre en Japón, la floración del cerezo también se vive con entusiasmo en algunas coordenadas españolas.

07 DE MARZO DE 2023 · 07:00

Situado en uno de los extremos de la Sierra de Gredos, alrededor de un millar de cerezos rompen en flor prácticamente al unísono y entonces el Valle del Jerte cobra vida. Esa es la forma que tiene la naturaleza en Extremadura de anunciar la llegada de la primavera, aunque al contrario que en muchos lugares no lo hace alardeando de colores.


La gama cromática de los cerezos del Valle del Jerte se reduce a dos: el blanco inicial con el que las flores tiñen la tierra durante los meses de marzo y abril, y más tarde, el rojo de las cerezas toma el relevo.
https://www.youtube.com/watch?v=dvLCpbyOdRw
Además de ser uno de los paisajes primaverales más bellos de España, el Jerte ofrece algunos secretos más allá de los cerezos capaces de impresionar tanto o más al viajero. Declarado Bien de Interés Cultural desde 1973, en el valle se pueden encontrar rincones como la Garganta del Infierno: una serie de saltos por donde el agua fluye mansamente mientras lame la roca sorprendentemente lisa.

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NI TAN EXTREMA, NI TAN DURA

CINCO PAISAJES PARA DISFRUTAR DEL OTOÑO EN EXTREMADURA
La caída de las hojas y la explosión de colores del bosque hace que estos rincones de Cáceres y Badajoz multipliquen su belleza.

Con la llegada del otoño no se acaba Extremadura. Al contrario, comienza otra forma de disfrutar de la región. Es cuando llega la temporada de las setas, de las bellotas, de las castañas asadas, de los caminos cubiertos de hojas como si fuera un manto de rojos y ocres a nuestros pies. La luz adquiere un tono muy especial por efecto de las hojas amarillentas y rojizas que pintan los árboles. Con la llegada del otoño, los bosques y las dehesas de Extremadura regalan un disfrute introspectivo en el que zambullirse antes de que el invierno llegue con su pereza.



MONTÁNCHEZ: UN OTOÑO PARA URBANITAS
No solo produce uno de los más exquisitos jamones del mundo, también tiene un otoño mágico, y a pocos kilómetros de Cáceres o Mérida, para que la distancia no sea excusa de urbanitas perezosos. Lo primero que destaca es su castillo. Hay que subir hasta él para disfrutar de las vistas otoñales a la Sierra de Montánchez. Y atención, porque los atardeceres aquí son antológicos. En en la misma ladera del escarpado risco donde se levanta el castillo, está uno de los cementerios más bellos de España. Para quienes se animen a embarrar las botas, muy cerca del pueblo, hay un bellísimo bosque de castaños de unos 2 km. de largo. De vuelta, las bodegas y los secaderos de jamón atraparán con su aroma al viajero como si fueran cantos de sirenas. 


PARQUE NACIONAL DE MONFRAGÜE: LOS BRAMIDOS DEL OTOÑO
Cuando los bramidos de los ciervos comienzan a escucharse insistentes, se sabe que el otoño ha llegado a estas tierras extremeñas: la berrea es la señal. El Parque Nacional de Monfragüe es uno de los mejores lugares para disfrutar de este espectáculo natural, pues cuenta con una población estimada de entre 14.000 y 15.000 ejemplares de ciervos. Sin duda, es una de las mejores épocas para visitar el  primer parque nacional de Extremadura, situado en el centro de la provincia extremeña de Cáceres. La mejor hora del día para contemplar la berrea es a última hora de la tarde y ya entrada la noche. Por supuesto, después de tanto berreo, llega el otro gran momento del parque, en primavera, con la llegada de los cervatillos.


VALLE DE AMBROZ: EL OTOÑO MONUMENTAL
Tal vez sea menos conocido que su vecino valle del Jerte, pero su otoño es mágico. Al viajero le aguardan extensas superficies de bosques donde deleitarse de la explosión de colores y del silencio apenas roto por el sonido de los arroyos y de la fauna silvestre. Destaca la presencia de árboles monumentales con una venerable presencia tal cual ents en el mágico mundo de J. R. R. Tolkien, como los castaños del Temblar en Segura de Toro. Los municipios que constituyen el Valle de Ambroz se vuelcan cada año en su Otoño Mágico, que llena el valle de actividades culturales, gastronomía y naturaleza.


LA VERA: EL OTOÑO EN EL PARAÍSO TERRENAL
Cuando en los mapas tenían huecos vacíos en los que nadie sabía qué había, a Estrabón le dio por situar en la actual comarca de La Vera ni más ni menos que el paraíso terrenal. Aquella lengua de tierra delineada en el norte por la sierra de Gredos y cruzada por numerosos cursos de agua le debió parecer un lugar excepcional por su suave clima y la exuberancia de su flora. También le debió parecer algo así como el paraíso en la tierra al mismísimo emperador Carlos I, que eligió un pequeño monasterio cerca de Cuacos de Yuste para retirarse. En otoño, las laderas de las sierras, pobladas por robles, castaños y fresnos, rompen en una explosión de color maravillosa. Además, la granítica muralla de Gredos le confiere a la zona un clima suave ideal para los senderistas más intrépidos.

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RESISTIRÉ

GRANADILLA, HISTORIA Y PRESENTE DEL PUEBLO ABANDONADO DE CÁCERES
En 1955 sus habitantes fueron desalojados, pero hoy en día su patrimonio y sus gentes se resisten al olvido.

A Granadilla se suele ir por un motivo específico. Nunca se la cruza, ni siquiera por casualidad. Su característica torre medieval no toma por sorpresa a ninguna persona mientras conduce por una ruta más o menos transitada. Y no deja de ser paradójico, teniendo en cuenta que los musulmanes que la fundaron alrededor del siglo IX, en plena expansión del califato, eligieron ese punto por su ubicación estratégica: necesitaba una fortificación que sirviera de paso para la antigua Vía de La Plata.

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Muchas ciudades medievales han visto crecer a su alrededor todo tipo de rutas y accesos que las han vuelto carne del turismo masivo contemporáneo. Granadilla es la excepción y sólo se puede ingresar por su lado norte, ya que las rutas que seguían las vegas del río Alagón y Aldobara quedaron cubiertas por las aguas del embalse Gabriel y Galán. Todo formaba parte de un plan perfectamente ungido: tras la expropiación de 1955 la idea era que Granadilla se inundara. Pero Granadilla nunca se inundó. Y aún hoy se encuentra en un estado de semi-ocultación, tan enigmática y cautivante, tan símbolo de los planes de regadío del franquismo.

Las fachadas de las casas hacen lo que pueden por no caerse, aguantando para nadie, rodeadas por murallas que completan un recorrido perimetral por el pueblo desde 1170, año en que Fernando II de León arrebató la ciudad a las manos musulmanas. Granadilla es una de las pocas ciudades-fortaleza en España que mantienen su muralla original, aunque hoy se trate de un pueblo tímidamente reconvertido al turismo low cost, con entrada gratis y una visita más o menos comentada por algunos carteles.


"Yo le dije a mi nieta que ahí estuvo alojada la hija de los Reyes Católicos, a la que llamaban Juana la Loca, porque me lo contó mi madre y supongo que a ella se lo contaría la suya", comenta Puri Jiménez, quien cada vez que vuelve a Granadilla fascina a su nieta mezclando recuerdos familiares con leyendas de princesas en el castillo.

EXTREMADURA A LO GRANDE
Puri tiene 69 años y vive en Alagón del Río, un pueblo de colonización cercano y al que se desplazaron la gran mayoría de los expulsados de Granadilla. Sus padres se fueron cuando ella tenía 6 años y Puri se quedó con sus abuelos cuatro años más mientras estuvo abierta la escuela, porque en el pueblo nuevo aún no había nada. Cuando cumplió 10 años tuvo que mudarse, en un carro tirado por una mula.

El castillo que corona la entrada al pueblo es lo primero que llama la atención al visitante. Si las carreteras acompañaran podría hablarse de un efecto sorpresa, pero no: todo aquel que va a Granadilla ya llega con la idea preconcebida de ver un castillo y de subir a su terraza superior a través de una escalera de caracol. Desde arriba se puede ver el trazado circular, ligeramente elíptico, de la muralla, que no conserva todas sus almenas pero sí su recorrido completo.


A la derecha, abajo, el embalse, un lago artificial con la perspectiva improbable de que alguna vez pudiera inundar este pueblo desalojado por la fuerza, nunca abandonado, algo que Eugenio Jiménez insiste mucho en que quede claro. "Granadilla de abandonado, nada. Granadilla fue expropiado, a nosotros nos echaron" dice este jubilado de 74 años que fundó hace veinte la Asociación de Hijos de Granadilla y que ahora está menos activo a causa de un ictus que lo ha dejado algo inmovilizado en su casa de Jaraís de la Vera, donde reside actualmente. "Mi lucha en la asociación es devolver Granadilla a sus hijos, porque fue una injusticia la que se cometió", dice Eugenio, cuya familia no consiguió establecerse en los pueblos de colonización y acabó en Madrid, donde él creció, formó su propia familia y crío a sus hijos. "El pantano estuvo mal proyectado, es que allí no iba a llegar nunca el agua, porque si llegaba allí tenía que saltar por encima de la presa. El pueblo no se inundó porque no se iba a inundar nunca".

Hasta los años de la expropiación y la partida, Granadilla contaba con más de 1200 habitantes y 300 hogares, según los datos del INE. Todas esas personas, más de 90 familias, tuvieron que irse y empezar de cero en otro sitio.

EL EXILIO Y EL RETORNO
La historia está a punto de acabar. Ricky (Antonio Banderas) regresa a Granadilla y se queda enmudecido al ver desierto su pueblo natal. Marina (Victoria Abril) va en su búsqueda y los dos se encuentran en la torre del castillo, donde sellan definitivamente un amor que comienza de manera enfermiza, con un secuestro. En la escena siguiente, Lola (Loles León) lleva en su coche a su hermana Marina y a Ricky por una carretera y los tres empiezan a cantar a coro Resistiré, del Dúo Dinámico. Es el final de ¡Átame!, una de las mejores películas de Pedro Almodóvar quien se enamoró del entorno y decidió filmar allí en 1990.

El pasado pervive en la memoria de mucha gente que se fue en la niñez y que ahora, en la edad adulta, regresan todos los días con los recuerdos y dos veces al año de manera presencial: el 1 de noviembre para Todos los Santos, cuando se celebra una misa en la iglesia restaurada, y el 15 de agosto para la fiesta de la Virgen de la Asunción, que se montan mercadillos con productos de la región. Granadilla resiste como imagen recurrente, como hogar arrebatado, refugio persistente para quienes nacieron allí. Con las inevitables dosis de nostalgia y una sensación eterna de permanencia.

En una de esas vueltas, Puri Jiménez pudo reencontrarse con Maricruz, una amiga de la infancia con las que compartieron juegos y castigos escolares por no saberse el credo, a quien estuvo 45 años sin ver. "No tenía ni mi teléfono ni mi contacto, así que al llegar preguntó por mí. Y le dijeron que estaba en la iglesia, en la misa. Así que me esperó fuera y cuando nos vimos nos abrazamos y lloramos mucho", recuerda Puri.


La diáspora se hizo en camiones y en carros tirados por mulas o burros con enseres y niños dentro. A la expropiación forzosa se le prometía la novedad: los nuevos pueblos de colonización donde todo estaba por hacerse. Pero los primeros años fueron duros: las tierras era improductivas, el regadío tardaba en llegar, mucho tiempo durmiendo en barracones hasta tener las casas y los capataces del régimen que pedían cotas imposibles de productividad.

La familia de Eugenio Jiménez no aguantó demasiado y se fue a Madrid. Pero la de Juan Manuel García resistió y se quedó en Alagón del Río (en aquel momento llamado Alagón del Caudillo). Salió de Granadilla cuando tenía 8 años y aguantó hasta los 10 durmiendo en cobertizos prefabricados y viendo a su padre sufrir para hacer productivas cuatro hectáreas que apenas les alcanzaban para vivir a una familia con muchos hijos. "Conocimos el chocolate ya siendo mayorcitos", dice este granadino de 69 años que recuerda perfectamente el día que tuvieron que marcharse: "Nos levantamos bien temprano, como a las 5 de la mañana, y aparecimos por Alagón como a las 7 de la tarde". Se fueron caminando con los animales, llevando pocas pertenencias: "Íbamos andando y cuando alguno se cansaba, se subía arriba del mulo y después había que bajarse y seguir andando". Y hubo un segundo viaje en el que su padre trajo todos los enseres en un camión.


Hace diez años, Juan Manuel García se decidió a desandar ese camino, cogió su mochila y se fue caminando desde Alagón hasta Granadilla para encontrarse con su prima Chari, que también se marchó del pueblo de pequeña y que vive en Pamplona. Llevaban 35 años sin verse. Recorrió un trayecto de 60 km, 12 horas a pie, para sellar un encuentro que Juan Manuel califica como "muy emotivo" pero que, probablemente, haya sido también tan cinematográfico: él no calculó bien la distancia y llegó más tarde de lo que pensaba, así que unos metros antes de entrar en Granadilla, con el castillo coronando imponente la entrada, vio el rostro de su prima tras el cristal de un coche. Habían pasado 35 años y la reconoció gracias a que Facebook se encargó ir refrescándole la imagen durante todos estos años que estuvieron sin verse. "Nos abrazamos, nos echamos a llorar que es lo primero que te sale, no puedes hablar siquiera".

LA RESTAURACIÓN
Teresa Ciudad dejó Granadilla cuando tenía 12 años (ahora tiene 74) y lo hizo de la misma manera que Eugenio, Puri y Juan Manuel: con pena, sin mencionar algo parecido a la ilusión de la mudanza hacia un nuevo territorio. "Eran días muy tristes porque dejabas a las amigas, a la gente que conocías. Nos fuimos todos metidos en un camión que nos trajo los cuatros cacharros que teníamos, porque tampoco había más", recuerda Teresa.

Su antigua casa familiar está frente al castillo y es de las pocas que no se han venido abajo (la gran mayoría conserva solo una trazas de fachada, nada más). Ahora está arreglada y restaurada para servir de alojamiento a los monitores que encabezan los trabajos de restauración y los talleres para alumnos de diferentes escuelas que vienen cada año. "La última vez que fuimos había un chico asomado a la puerta y le dijimos que si nos dejaban verla. Y ya no la reconocimos, porque habían unido dos casas y ya habían hecho ellos lo que querían. Me hice la foto y me emocioné, claro", dice Teresa.


Granadilla pertenece a la Confederación Hidrográfica del Tajo y está sujeta a las políticas de la Red de Parques Nacionales, un organismo autónomo que en 1984 permitió que el Ministerio de Educación incorpore al pueblo medieval dentro del Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados (PRUEPA) y donde hay otros dos pueblos históricos: Umbralejo, en la Sierra de Ayllón en Guadalajara, y Búbal, en el Valle de Tena de la provincia de Huesca. A través de este plan, que también promueven los ministerios para la Transición Ecológica y el Fomento, se ha restaurado la plaza principal y algunas calles principales de Granadilla (el castillo y la muralla ya habían empezado a ser restaurados cuando en 1980 se declaró a la ciudad Conjunto Histórico Artístico).

Puri, Teresa y Juan Manuel se muestran, en general, felices con este plan y con la nueva vida que le ha dado a Granadilla. Eugenio tiene sus reservas: Ninguna de las propuestas que han surgido desde su asociación han avanzado. Lo único que ha conseguido en estos 20 años es que se construyan nuevos nichos en el cementerio de las afueras del pueblo, destinados a aquellos hijos de Granadilla que quieran volver. "Uno no elige donde nace pero sí puede elegir donde descansa. Cuando llegue mi hora, ya les tengo dicho a mis hijos que yo quiero descansar donde nací". Pero siempre hay peros: la condición de volver para quedarse en Granadilla es estar muerto.
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¿AQUÍ NO HAY PLAYA?

CÁCERES EN DIEZ PISCINAS NATURALES
Los abundantes ríos que surcan los valles cacereños ofrecen una variada lista de pozas, playas fluviales y lagunas para bañarse los días más calurosos del verano.

La provincia de Cáceres cuenta con una veintena de piscinas fluviales en las que está permitido el baño. Son zonas con buenas sombras, acceso por carretera, pasarelas o escaleras en la orilla, y también restaurantes, chiringuitos o zonas de pícnic que invitan a pasarse un día entero.



MADRIGAL DE LA VERA
Un puente del siglo XVIII y hasta seis zonas de baño componen el conjunto accesible de la Garganta de Alardos. Se trata de una piscina fluvial muy frecuentada por familias. Tiene aparcamiento de pago y restaurante.



LOS PILONES
La Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, en la cabecera del Valle del Jerte y al pie de la sierra de Gredos, es una de las zonas más espectaculares de Extremadura. El río cae en escalera por una serie de pozas que se convierten en piscinas naturales en la zona denominada Los Pilones. Rodeada de verdor, la piedra pulida intensifica aún más el color hielo del agua y da pistas acerca de su refrescante temperatura.



NAVACONCEJO
La Garganta de las Nogaleas o de las Nogaledas es una excursión de ida y vuelta de unos 2,5 km que encadena varias cascadas y algunas pozas en las que darse un baño. Es uno de los rincones refrescantes que alberga el municipio de Navaconcejo, en el Valle del Jerte. El pueblo también cuenta con zonas de baño urbanas muy populares, como la llamada Benidorm, la de El Pilar y la piscina de El Cristo.




GARGANTA DE CUARTOS (LOSAR DE LA VERA)
Valle famoso por su pimentón, La Vera tiene varios enclaves naturales en los que está permitido el baño. La Garganta de Cuartos es una de ellas. En Losar de La Vera, junto a la carretera EX-203 hay un rincón perfecto para ello cerca de un puente medieval, con un camping y un restaurante a muy poquita distancia.



EL JEVERO (ACEBO)
En plena sierra de Gata, el municipio de Acebo presume de una de las zonas de baño más bonitas de Extremadura en el arroyo de Jevero, con tres piscinas de aguas cristalinas y muy frescas. El área recreativa se halla a solo dos kilómetros del pueblo y se puede acceder a pie, en bicicleta o en coche. De allí parte el Camino Natural del río Rivera de Acebo, una red de siete sendas que discurren junto al río, suben hasta miradores y permiten contemplar la cascada de La Cervigona, de 62 m de altura.



GARGANTA ANCHA (CASAS DEL MONTE)
El Valle del Ambroz es, junto al del Jerte y La Vera, uno de los enclaves más bucólicos de Cáceres. Pueblos medievales, montañas de más de 2000 m, bosques con árboles centenarios y agua en abundancia que forma cascadas y piscinas naturales. Como las de los pueblos de Gargantilla, Segura del Toro, Baños de Montemayor o Casas del Monte. En este último se halla la Garganta Ancha, perfecta para familias pues cuenta con una zona de baño para niños y otra de aguas más profundas, además de dos chiringuitos, un albergue y aparcamiento.



EL CHORRERÓN (MORALEJA)
Moraleja, la capital de la comarca de Sierra de Gata, invita a disfrutar de un día de lo más refrescante, sumergidos hasta la cintura (por lo menos) en el río Rivera de Gata. El paraje de El Chorrerón, una cascada espectacular del río Árrago, garantiza sombra, rutas senderistas y servicios para pasar una jornada entera. Cerca se halla el Parque Fluvial Feliciano Vega, con una piscina natural.



PUENTE EL PARRAL (JARANDILLA DE LA VERA)
Jarandilla de la Vera tiene un par de piscinas muy populares por su fácil acceso, servicios y amplios espacios. Uno es la Garganta de Jaranda, antes de llegar al pueblo de Aldeanueva de la Vera. El otro es el Puente el Parral, en el antiguo camino que unía Jarandilla con Aldeanueva y que, al parecer, cruzó Carlos V de camino a su retiro en el monasterio de Yuste en torno a 1556.



CHARCO DE LA OLLA (LAS MESTAS)
En la comarca de Las Hurdes hay varias zonas de baño perfectas para los días más calurosos. Una de las menos conocidas es el Charco de la Olla, un rincón que forman los ríos Batuecas y Ladrillar cuando confluyen en una alquería del municipio de Las Mestas. El "charco" está prácticamente pegado a la carretera EX-366, cerca de un antiguo molino de agua y dos puentes de pizarra. Cada verano se instala una presa desmontable que se convierte en la piscina natural de Las Mestas.




LA CANTERA DE ALCÁNTARA
Una antigua cantera de granito al norte de Alcántara, cerca del embalse de José María de Oriol, es ahora una insólita cala de interior, además de una piscina de medidas más que olímpicas. Este lago artificial de 100 m de profundidad permite no solo bañarse, bucear y zambullirse, sino también dar paseos en kayac o en balsas neumáticas.
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#4
PRIMAVERA EN EXTREMADURA

TODO LO QUE HAY QUE SABER SOBRE LA FIESTA DEL CEREZO EN FLOR EN EL VALLE DEL JERTE
A partir del 20 de marzo, y con la llegada de la primavera, los once pueblos del Valle del Jerte celebran la espectacular floración de estos frutales con una extensa agenda de actividades que permiten disfrutar de los paisajes y tradiciones de este destino cacereño.

En cuanto remite el frío invernal, los cerezos del mundo se preparan para representar uno de los espectáculos más deslumbrantes y efímeros de la naturaleza. En Extremadura, cuando aún queda nieve en los montes más altos y el deshielo hace que los ríos corran caudalosos por sus gargantas, los campos y laderas del Valle del Jerte se cubren de un blanco impoluto en un estallido de vida. A partir de marzo y durante unas semanas, el millón y medio de cerezos que crecen en esta comarca de Cáceres comienzan una floración celebrada por los habitantes de sus pueblos con una fiesta que atrae a muchos visitantes y que se acompaña de numerosas actividades. En 2022, la Fiesta del Cerezo en Flor del Valle del Jerte se desarrolla del 20 de marzo al 7 de mayo.



¿CUÁNDO SE PRODUCIRÁ LA FLORACIÓN DE LOS CEREZOS EN EL VALLE DEL JERTE?
Este año, las últimas estimaciones realizadas preven que los árboles comiencen con su show natural en torno al 18 de marzo, aunque la meteorología, muy variable en esta época, marcará el estreno floral de este valle cacereño. Además, las previsiones apuntan que el esplendor del manto de cerezos en flor se extenderá unos veinte días, hasta los primeros compases de abril. De ahí que la mayoría de los grandes acontecimientos en este rincón extremeño se concentren en las próximas fechas.


UNA AGENDA EN FLOR

A partir del 25 de marzo da comienzo el Cerezo en Flor 2022, Fiesta de Interés Turístico Nacional, que viene acompañada de un extenso programa de actividades al aire libre enmarcadas entre cerezos, como rutas de senderismo y en bicicleta de montaña, mercados artesanales, romerías, degustaciones gastronómicas de platos típicos, conciertos de corales y música tradicional, talleres de artesanía y representaciones de microteatro en las calles de los pueblos, sobre la vida y costumbres del valle cacereño.

La comarca se despedirá de su fiesta con la Lluvia de Pétalos, este año del 11 de abril al 7 de mayo. Su programación incluye citas como las celebraciones de Semana Santa en los pueblos del Jerte o la por Carrera por la Garganta de los Infiernos, el 16 de abril. Después, el Jerte se despedirá de su tapiz blanco y llegarán los verdes intensos de castaños, robles y cerezos, el violeta de los brezos y el amarillo de la retama.

Garganta de los infiernos

EXCURSIONES POR EL VALLE
En primavera, la riqueza forestal del Valle del Jerte se mide en cerezos. Un millón de estos frutales tapizan de blanco las suaves laderas de esta comarca cacereña, donde los pueblos mantienen el encanto de una arquitectura tradicional de voladizos y balconadas de madera. Para disfrutar al máximo de la visita lo mejor es trazar una ruta que enlace los once pueblos del valle.

Llegando desde la carretera de Ávila-Madrid, y en dirección hacia Plasencia, surgen a lo largo de unos 34 km, uno tras otro, Tornavacas, Jerte –acceso a la Garganta de los Infiernos–, Cabezuela –donde se halla el Museo de la Cereza–, Navaconcejo, Rebollar, Valdastillas, Piornal –el pueblo más alto (1175 m) que ofrece vistas de la comarca–, Barrado, Casa del Castañar, Cabrero y El Torno.

La visita para disfrutar del espectáculo de los cerezos da la oportunidad de descubrir los paisajes de la comarca jerteña, donde sobresalen gargantas y saltos de agua, más caudalosos en primavera, que se recorren practicando senderismo, barranquismo, parapente o birdwatching, justo cuando las aves migratorias inician el regreso a su hogar en la Península.


Arquitectura tradicional en Cabezuela del Valle

Aunque los cerezos fueron introducidos en la Península por los árabes y ya se hablaban de ellos en la Edad Media, los frutales que hoy cubren el Valle del Jerte llegaron al campo extremeño hace medio siglo, cuando se plantaron como algo exótico. Rápidamente fueron ganando presencia en los mercados locales hasta convertir al Jerte en uno de los principales productores del país y a su cereza en el motor económico del valle, donde se producen unas 20 toneladas anuales, que se recolectan entre abril y agosto. Su fruto, descrito como firme, suave y sabroso, se comercializa bajo la Denominación de Origen Protegida Cereza del Jerte.
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RESERVA DE LA BIOSFERA

LA SIBERIA EXTREMEÑA EN SIETE PRECIOSAS RAZONES
Ruta por esta sorprendente comarca del nordeste de Badajoz, entre dehesas, embalses y maravillas de roca.

Hay una comarca extremeña donde coinciden cinco ecosistemas, además de buitres, cigüeñas y ovejas que comparten un mismo color: el negro. Aunque las singularidades de La Siberia empiezan por su nombre: se llamaba Los Montes y los Lagos hasta que un embajador español que conoció las estepas de los zares dijo que esta tierra pacense le recordaba la de Rusia. La comparación gustó, y ahí sigue.




LOS PUEBLOS DE LA SIBERIA
A La Siberia se puede entrar por Tamurejo, donde la dehesa se despliega revelando las posibilidades de uno de los ecosistemas quizá más equilibrados del planeta. El pueblo celebra en verano La Siberiana, la apuesta por la cultura de una comarca que en 2019 fue distinguida como Reserva de la Biosfera.

En Garbayuela, el pueblo vecino, tienen un Monumento a la Mujer Extremeña, homenaje a su fuerza y determinación en un territorio con menos de 7 habitantes/km2 en el que aún se ven resineros realizando su viejo oficio en los bosques. Cruzando el río Guadalemar se llega a Siruela, antigua capital invernal de La Mesta, la institución ganadera que dominó la economía española durante siglos. Su plaza tiene una esbelta Torre del Reloj festoneada por nidos de cigüeñas.




LA OVEJA MERINA NEGRA Y OTROS ANIMALES AUTÓCTONOS
Formidables rebaños pastan aún en este emporio de la encina y el mastín. Destaca uno de oveja merina negra criada de forma ecológica. Lo cuida la familia Cabello Bravo, que apuesta también por otras razas autóctonas, como la gallina extremeña, el burro andaluz, la cabra retinta, el pavo de la dehesa o el propio mastín; y además organiza trasterminancias populares a través de la Asociación Caravana Negra, ideada para dar a conocer el territorio y los animales.



ENTRE PICOS Y EMBALSES
A las afueras, el sendero entre pinos y castaños al pico La Motilla, el techo de la región (940 m), permite contemplar el espectáculo de embalses emergidos en época franquista. Los cinco que se construyeron hicieron de La Siberia la zona con más costa interior de España.

En Sancti-Spíritus, zona de pesca fluvial, la iglesia con mampostería mudéjar prologa la contemplación del monte Masatrigo, una pirámide tan perfecta que parece de ficción, emergiendo del embalse de la Serena. La llaman «la rotonda más grande de España» porque su falda puede circunvalarse en coche.




EL GIGANTE EXTREMEÑO
Al noroeste, el castillo de Puebla de Alcocer despunta sobre una peña bajo la que el pueblo se arracima en cuestas que un día remontaron el vizconde al que Cervantes dedicó El Quijote o Agustín Luengo, el «gigante extremeño» que nació aquí y medía 2,35 m, honrado con un museo.

A tiro de piedra está Talarrubias, otro núcleo ganadero, inserto en un paisaje estepario propicio para el sisón y la avutarda. Cerca es posible refrescarse en los embalses de Orellana y García Sola, frecuentados por cardúmenes de peces y cangrejos, cuyas carcasas cubren las orillas tras ser devorados por jabalís.



UN DÓLMEN ENTRE BUITRES
Hacia el oeste, Navalvillar de Pela se aplana llenándose de regadíos y cereales, mientras el conglomerado cuarcítico de Puerto Peña, hábitat de buitres leonados que en primavera planean junto a alimoches y cigüeñas negras, ofrece rutas por bosques y cañadas ovinas, donde ver garduñas, meloncillos o zorros y, por la noche, escuchar conciertos de grillos topos.

Puerto Peña inaugura el paso al norte con un slalom montañoso del que se puede reposar en La barca del tío Vito, bar emblemático de Peloche, con vistas al embalse de Valdecaballeros, óptimo para pesca y navegación recreativa. Solo doblando un saliente rocoso se puede ver un dolmen prehistórico rodeado de acebuches, el olivo silvestre.




EL OLOR MÁS DULCE
Antes de penetrar más en el norte hermético, conviene desviarse a Fuenlabrada de los Montes, meca de apicultores, que huele literalmente a miel. Y luego remontar hasta Herrera del Duque, reducto de casas solariegas e iglesias medievales. Hasta llegar a los Montes Públicos del Cíjara, donde la vegetación se adensa con bosque replantado de pino y eucalipto. A partir de ahí, La Siberia se vacía aún más y los socavones certifican un olvido institucional que la fauna amortiza: «He visto manadas de más de mil gamos», afirma un vecino.



PUEBLOS DE ALTURA
Villarta de los Montes aparece encajada en un valle sinuoso. Si la sequía lo permite, el puente por donde desfilaban los rebaños trashumantes aflora sobre el embalse del Cíjara, ofreciendo una visión paradójica, porque disfrutar su belleza del siglo XV es mala noticia. Aún más al norte, Helechosa y Bohonal –ambas apellidadas de los Montes– completan este triángulo de pueblos de altura apegados al pantano, donde el Guadiana es recibido con dos farallones en forma de hoz: un pórtico majestuoso a una de las zonas más desconocidas de España.


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ROMANUS ITE SANTIAGUM

LA VÍA DE LA PLATA: EL CAMINO DE SANTIAGO DESDE SEVILLA
La antigua calzada romana que recorría la Península Ibérica de sur a norte devino una ruta jacobea de casi 1000 km que todavía hoy comunica la cálida región andaluza con las tierras gallegas.

La Vía de la Plata es el más solitario de los caminos que conducen a Compostela. Recorre el espinazo atlántico de la península para atravesar una sarta de ciudades hermosas y un rosario de ríos importantísimos. En el desvío por el Camino Sanabrés, la sensación de viaje íntimo se acrecienta.

Merodeando el canal del Guadalquivir, donde se concentran algunos de los lugares más interesantes de Sevilla, el caminante escalona sus visitas por la belleza alegre de la capital andaluza relamiéndose ante las semanas que vienen por delante. La perspectiva de cubrir el viaje a pie hasta Santiago por la Vía de la Plata ante el menos santiaguero de los caminos compostelanos. También, el que habla de soledades más sostenidas. El que llevará por ocho provincias y ciudades bellas se miren por donde se miren. El que obligará a cruzar los importantes ríos que había aprendido en una cancioncilla escolar: «Miño, Duero, Tajo, Guadiana, Guadalquivir...», con algunos apéndices que no estaban en aquella lista como el Tormes o el Tera.



Y cuando parezca que va a agotar las originalidades, tomará un desvío a la izquierda y en lugar de llegar a la autopista principal de los peregrinos se desviará por la sierra zamorana y el sur de Galicia para ahondar en la unicidad del ramal escogido.



DESDE SEVILLA POR CALZADAS ROMANAS
r de Sevilla a Santiago por la Vía de la Plata es pisar los cimientos de un camino que llevaba allí más de mil años antes de que unos pastorcillos descubrieran un resplandor misterioso en el monte Libradón a principìos del siglo ix. Es caminar por la vía trazada por los romanos entre las ciudades de Emerita Augusta (Mérida) y Asturica Augusta (Astorga) con siglos de antelación a la fiebre medieval por ir a rendir culto a los huesos del apóstol Santiago y lavar los pecados de un plumazo. Mentalmente, tal vez sea la más exigente de las vías compostelanas, pues las jornadas sin compañía serán muchas. Físicamente, también tiene lo suyo.

Sevilla embruja y lanza cantos de sirena para invitar al viajero a que se quede. Como la tropa de Ulises, hay que taparse los oídos con cera e intentar cerrar los ojos al parque de María Luisa, la plaza de España, el minarete de la Giralda, la perfecta Torre del Oro, la traviesa Triana, el retablo de la catedral, que es una película en 400 m2 del Nuevo Testamento... E incluso a las modernas setas de madera de Jürgen Mayer o el tapeo en el barrio de Santa Cruz. Es imperativo cruzar el Guadalquivir y marcharse, emprender un viaje que reclamará más de un mes con algunas etapas (literalmente) maratonianas. Se presentan mil kilómetros por delante y una manera diferente de visitar la fachada atlántica española.

Los amantes de los cursos fluviales (¿quién no lo es?) se entusiasmarán. Se atraviesa el primero de ellos, el Guadalquivir –al wadi al qabir, el río grande–, intentando olvidar el intoxicante aroma de azahar de las calles sevillanas. Pronto se tropieza con la primera de las maravillas inesperadas de la travesía: Itálica.




ITÁLICA, LA PRIMERA CIUDAD ROMANA
Itálica fue la primera ciudad romana levantada en la Península Ibérica, hace dieciocho siglos. Está tan entera... El anfiteatro pensado para que 25.000 personas acudieran a espectáculos no siempre muy didácticos; las murallas; las termas; los acueductos; el teatro; las domus con pavimentos que muestran lechuzas, abejarucos, cisnes, patos, urracas. La perfección del cuerpo del emperador Trajano, con media cara, que desaparece en el cielo a la altura de los ojos. Y el de Venus, sin brazos, piernas ni cabeza pero con un tronco marmóreamente delicado.



LAS BELLAS Y LARGAS JORNADAS POR LA SIERRA NORTE DE SEVILLA
La Sierra Norte sevillana, que se roza por el oeste, pasando por Almadén de la Plata, tiene el detalle de ir decorando la estepa con olivos, naranjos y una dehesa que anuncia lo que nos espera en Extremadura. El último pueblo andaluz es El Real de la Jaca, y el postrer río, el Arroyo de la Víbora. Los coleccionistas de topónimos se frotan las manos, hay que seguir por el Arroyo del Culebrín. Hasta el final, los nombres de los pueblos, vaguadas y comarcas ofrecen un festival del bautizo.

De igual manera que existen tantos caminos de Santiago como peregrinos, la forma de organizar las jornadas tiene un componente personal, se pueden individualizar. Pero si uno no dispone de tiempo infinito y más o menos se quiere ceñir a las etapas tradicionalmente establecidas, con el primer cambio de comunidad autónoma se experimenta la llegada de los días que sobrepasan los 30 km (algunos, con mucho). Requiere un esfuerzo físico terco, aun cuando el terreno llano permita devorar leguas con cierta soltura. Excusa en Fuente de Cantos: detenerse a contemplar el Museo de Zurbarán, pues allí nació el místico maestro.




POR LA TIERRA DE BARROS HASTA MÉRIDA
En el llano de la Tierra de Barros, el paisaje sin horizonte por al menos un par de días parece poner al caminante sobre una cinta de gimnasio: da pasos sin que nada cambie a su alrededor. Tal vez aparezca el semblante serio de un elanio azul detenido sobre una rama o sobrevolando el terreno a la caza de algún roedor.

La llegada a la capital extremeña, tras la primera semana de viaje, reserva una buena ristra de gozos. Se cruza el Guadiana por el impresionante puente de 800 m de longitud, vetusto vial que contrasta con el casi espacial Lusitania, de Santiago Calatrava, que queda a la vista.



MÉRIDA, UN MUSEO PARA COMPRENDER LA VÍA DE LA PLATA
Y así se entra en Mérida, con la ilusión de visitar el Museo Nacional de Arte Romano, que por sí mismo vale un viaje. Supone un chapuzón en lo más bello del arte y los triunfos arquitectónicos del imperio en que se basa nuestra civilización. El propio edificio de Rafael de Moneo es un homenaje a uno de los logros más duraderos y menos reivindicados de los romanos, el ladrillo. Dentro, la Ceres sedente recuerda demasiado a una Virgen pagana. En cambio, Mercurio tiene un semblante tristón, quizá por la amputación de su pierna y sus genitales. Se aprenderá –y se podrá ver– el significado de Vía de la Plata, pues de aquí partía la calzada que llevaba hasta Astorga y sobre la que surfearemos, aun cuando el enlosado haya desaparecido de la vista. Quedan, sin embargo, retazos interesantes como los miliarios.




POR DEHESAS Y COSTUMBRES XACOBEAS
Los peregrinos compostelanos de hoy crean sus propias tradiciones y leyendas. Una de ellas es dejarse mensajes en el monolito de piedra XVIII. Los romanos marcaban la Vía de la Plata cada mil pasos. Hay una pequeña cavidad en este mojón en concreto, y se conoce como «correo» porque dicen que antiguamente el cartero dejaba allí las cartas de los vecinos de los alrededores. A 25 km de Cáceres, con el pantano de Nogales a su derecha, es uno de los hitos modernos del caminante. Le prepara para el baño de dehesa con alguna salpicadura de viñedo que aguarda en las tres etapas siguientes.

Aparece Cáceres, otro de los prodigiosos urbanos a lo largo de este viaje. Declarada Patrimonio de la Humanidad por alcanzar el difícil récord de ser uno de los núcleos medievales mejor conservados del mundo, aliñado con una retahíla de palacios renacentistas que nos hablan de otro de los periodos históricos que han dado lustre al territorio que estamos recorriendo: el Siglo de las Colonias.



LA CÁCERES DEL SIGLO DE COLONIAS
La decimosexta centuria de nuestra era fue aquí la de la construcción de catedrales, palacios, iglesias y edificios relacionados directamente con las riquezas obtenidas en el reciente descubrimiento y saqueo de América. Con las fortunas del Nuevo Mundo se hizo rico este territorio. Véanse la concatedral de Santa María, el Palacio de las Veletas, la Casa del Sol, la Plaza Mayor o el Arco de la Estrella para constatarlo. Construcciones que en algunos casos ya existían con anterioridad, pero que con el oro y la plata americanos se remozaron y embellecieron.




DE HITOS ACUOSOS Y ROMANOS
Al desprenderse de Cáceres, el camino hacia el norte es un escenario vacío de fincas ganaderas donde las vallas pueden convertirse en el quebradero de cabeza del peregrino. Solo ellas y los miliarios distraen del mesmerismo de un paisaje sin adornos. Eso y que estamos ante la cita acuosa mayúscula del viaje, el Tajo.

No se puede tener todo en esta vida. No hay más remedio que dejar Plasencia a mano derecha sin pisarla y seguir, como golosina compensatoria, hasta el Arco de Cáparra. Símbolo mudo de la importancia de la Vía de la Plata en Extremadura, hoy esta construcción cuadrifonte sirve de marco al yacimiento arqueológico romano y prólogo al puente también bimilenario sobre el río Ambroz



SALAMANCA Y EL TORMES
Ha caído ya la segunda semana de viaje en dirección norte y se pasa a Castilla por el puerto de Béjar. De forma un tanto súbita, la dehesa de cerditos gruñones da paso al campo cerealístico, ese mar vegetal que más hermoso es cuanto más viento hay. En el entrecejo, llegar a Salamanca. Que levante la mano quien no se ha detenido un buen rato a encontrar la ranita que se asienta sobre una calavera en la plateresca portada de la Universidad salmantina. O que no se haya embobado frente a la Casa de las Conchas o se haya solazado entre los medallones –y alguna cerveza– en la Plaza Mayor. Los regalos son tantos en esta ciudad que casi pasa por alto que hemos cruzado otro de los ríos importantes de la travesía, el Tormes. Que sin quererlo nos retrotrae a libros con cubiertas de topos azules que nos hablaban de un espabilado pilluelo.

Desdeñando el rugido de los coches por la A-66 que se extiende por la meseta, el caminante vence una frontera psicológica, la de la mitad del viaje. A partir de ahora ya quedan «solo» otros 500 km hasta el Obradoiro. Al salir de un bosquecillo se tropieza con El Cubo de Tierra del Vino, la primera localidad zamorana y también inicial de una secuencia de pueblos que llevan el mismo apellido, incentivando algún que otro contacto con Dioniso que no impida seguir avanzando.



ZAMORA: ¿LA GRAN SORPRESA URBANA DEL CAMINO?
Nuevo hito líquido, el Duero. Así, se entra en la ciudad de Zamora, inconquistable para los más radicales y «que no se ganó en una hora» para los tendentes al realismo. Al llegar, un Viriato guapote y con un taparrabos un poco exagerado saluda a los recién llegados. Se ve que este pastor-bandolero se ganó el título de Terror Romanorum que luce en su pedestal. Todo imperio tiene su piedra en el zapato (o sandalia, en este caso).

Tras tantas ciudades hermosas, parece osado tildar a Zamora de la beldad sorpresa del camino. Pero me atrevo. El castillo, las murallas, la abrumadora colección de iglesias románicas. Y la inesperada propina de sus edificios modernistas, el último éxito de la era actual en embellecer lo práctico. Entrar en el luminoso Mercado de Abastos con su semicircular vitral que parece un sol radiante sumerge al visitante en un optimismo párvulo.



UN "ADIÓS" A LA SENDA ROMANA
Hay un par de días a pie desde Zamora a Granja de Moreruela, aparentemente una más de las localidades castellanas que deben superarse. Ni mucho menos, es el cruce definitivo. Aquí, los mínimamente audaces van a decir adiós con la mano a la invisible calzada romana y, de facto, abandonarán la Vía de la Plata que llevaría hasta Astorga para conectar con el Camino Francés y se adentrarán por el más toboganesco Camino Sanabrés, que proporciona dos semanas más de aventuras rurales. Antes, el camino regala una nueva estampa emblemática: las ruinas del castillo medieval de Castrotorafe que se alzan sobre una peña junto al río Esla.




BORDEANDO LA SIERRA DE LA CULEBRA
Adiós a los romanos, hola a los peregrinajes compostelanos. A partir de aquí sí que entramos en contacto con la vía medieval que iba a la búsqueda del baldeo de pecados. Pero también con los caminos trashumantes, ya fueran para el ganado o para los seres humanos, cuadrillas de segadores que alquilaban su mano y su hoz en la época de la recolección veraniega.

Bordear la Sierra de la Culebra, al sur de nuestros pasos, es un subidón de emociones. Se espera que el ancestral lobo que puebla esas montañas con cierta abundancia recorte su silueta en alguna loma. Hay más deseo de que ello suceda que temor a la bestia, pues los pendencieros suelen actuar en grupo y no son tan aterradores cuando van solos. Aunque quizá sea tan difícil como dar con un pastor alistano cubierto con una pesada capa de lana marrón. Sin embargo, en el viaje lo imaginado puede llegar a contar tanto como lo visto.

Parada obligada en Santa María de Tera, donde Santiago bendice al peregrino con una mano izquierda descomunal. Es la talla en piedra del apóstol más antigua que se conoce, y nos pone en contacto con la nueva dirección que deberemos seguir: oeste-noroeste. Como en otros lugares destacados del Camino, un rayo de sol equinoccial se fija en un capitel determinado del interior del templo, el de la Ascensión.



BIENVENIDOS A TIERRAS SANABRESAS
Puebla de Sanabria no ofrece dudas sobre la rudeza de su clima. Casas de piedra, balcones de madera, tejados de pizarra. Las fabulosas columnas talladas de la iglesia románica de Santa María del Azogue. El desafiante castillo de los Benavente. El viaje se endurece, justo cuando ya se está en la cuarta semana de caminata. La llegada al punto más alto de la ruta es el Puerto de Padornelo, a 1381 m sobre el nivel del mar. Resulta poco épico por la presencia de la carretera asfaltada junto al sendero. Pero hay que haberlo subido.




GALICIA DE PLATA
Última comunidad autónoma. Al llegar a A Gudiña la ruta se desembaraza de autovías y autopistas y penetra en el territorio bucólico que se espera de Galicia. Hay que estar preparado para fundirse con el paisaje de las brumas y los castaños de Serra Seca, con sus desniveles de castigo para unas piernas que piden misericordia. El Miño, el primer río de la cancioncilla escolar. Elija salir en Ourense por el puente medieval, aunque haya media docena más que vadean el río gallego campeón en longitud y caudal. La ciudad está bendecida con lugares que vale la pena visitar, aunque seguramente al peregrino le seducirá más bañar su dañado chasis en alguna de las termas populares, de libre acceso y con agua artificialmente refrescada para rebajar los 65 ºC a los que mana.

Entre la capital orensana y Santiago median 130 km. Aun estirando las etapas hasta el límite de la resistencia, quedan cuatro días y no hay manera de rebajar la impaciencia. Entretenimientos en el monasterio de Oseira, cisterciense del siglo xii que señala un territorio habitado en esa época por plantígrados. Óptese por la variante de Tamallancos, que ofrece un ambiente más rural antes de la meta. Al cruzar el río Ulla nos empapa la melancolía. Es donde, además, se ingresa en la provincia de A Coruña, la octava del recorrido. Desde Angrois, a poco más de 3 km de la plaza del Obradoiro, se ven por primera vez las agujas de la capital compostelana. Sesenta minutos más para abrazar al apóstol por la espalda, aunque es imposible cogerle desprevenido.

VÍA DE LA PLATA

EL CAMINO DE SANTIAGO DESDE SEVILLA
Distancia total

970 kilómetros divididos en 36 etapas. A partir de Astorga, en la etapa 27, la Vía de la Plata enlaza con el Camino Francés.

Mejor época

Cuando el calor es soportable: marzo, abril, mayo, octubre y noviembre

Alojamiento

Hay menos oferta que en el Camino Francés, pero también hay menos peregrinos.

Señalización

Flechas amarillas y bloques de granito con azulejos de colores.


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