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CURIOSIDADES DE LA HISTORIA

Iniciado por papo1, Mar 12, 2023, 08:23:38

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La historia de sinuhé: la añoranza de egipto de un exiliado
Durante el Reino Medio, la literatura egipcia vivió una época de esplendor. De este período data la que es considerada tal vez la primera novela de la historia, conocida como "La historia de Sinuhé".

Fotograma de "Sinuhé el egipcio," película de 1954.

La mayoría de historiadores considera que la literatura egipcia alcanzó su apogeo durante el Reino Medio (1980-1760 a.C.), y su obra cumbre es, sin duda, la conocida como La historia de Sinuhé. Esta verdadera novela –que adopta la forma de una autobiografía– se usó como texto escolar para los aprendices de escriba y ha llegado hasta hoy gracias a diversos papiros que se han conservado, como los dos Papiros de Berlín, así como otros y diversos óstracos.

La trama de la Historia de Sinuhé es totalmente ficticia, pero la obra parte de un hecho real: el asesinato del faraón Amenemes I mientras su hijo Sesostris I se encontraba comandando las tropas egipcias en Libia.

MORIR LEJOS DE EGIPTO
El argumento es el que sigue: Sinuhé, un destacado miembro de la corte, huye del campamento real cuando escucha por casualidad a los traidores que hablan del asesinato del faraón. Para no ser acusado marcha al país de Retenu (Siria-Palestina), donde su pericia militar le granjea una elevada posición social, e incluso se casa y tiene hijos, y allí vivirá en paz y prosperidad durante muchos años. Pero Sinuhé pasa toda su vida añorando Egipto, adonde finalmente regresa cuando el faraón Sesostris I lo reclama.

Cuando el exiliado llega a su país natal es recibido con todos los honores. "No morirás en tierra extranjera, los asiáticos no te enterrarán; no se te colocará en la piel de un carnero y no se te hará un (simple) túmulo. Es un vagabundeo demasiado largo por la tierra. Piensa en la enfermedad y ven", le dice el faraón.

"No morirás en tierra extranjera, los asiáticos no te enterrarán", le dice el faraón Sesostris I a Sinuhé.

Estela funeraria del noble Intef que lleva inscritos los nombres de Amenemat I y su hijo Sesostris I. Museo Egipcio, El Cairo.

De hecho, para un egipcio el hecho de morir fuera de su tierra era lo peor que le podía ocurrir. Así que al regresar, Sinuhé logra la paz y puede aspirar a una vida eterna feliz. Porque el faraón le proporcionará una sepultura adecuada y le asegurará los ritos funerarios necesarios para el bienestar de su alma. "Se me construyó una pirámide de piedra en medio de las pirámides. Los canteros que construían tumbas la edificaron [...]. Me fueron asignados sacerdotes funerarios. Se constituyó para mí un dominio funerario, como ha de hacerse para un amigo de primer rango [...]. Estuve en el favor del rey hasta que llegó el día del tránsito".

Esta obra literaria inspiró una novela de gran éxito escrita por el finlandés Mika Waltari en 1945: Sinuhé, el egipcio. Aunque ambientada en el antiguo Egipto, no guarda ninguna relación con la antigua Historia de Sinuhé. La historia también se llevó al cine en 1954.
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La Batalla de San Quintín
Para los franceses, fue una derrota terrible, que dejó diezmada a su nobleza guerrera. Felipe II, en cambio, vio en la batalla el inicio de un reinado triunfal y quiso erigir, para recordarla, el monasterio de El Escorial

La derrota francesa. Este fresco de la sala de Batallas de El Escorial, pintado en 1585, reproduce los movimientos de los contendientes durante la batalla San Quintín.

Corría el año 1556. La guerra entre España y Francia, que había dominado los reinados de Carlos V y Francisco I, se había reanudado bajo sus sucesores, Felipe II y Enrique II. Este último seguía negándose a que su país estuviese rodeado por posesiones y perdiera influencia en Italia. Enseguida el conflicto se extendió por todos los escenarios posibles, desde Italia hasta los Pirineos, pasando por el norte de Francia y las provincias de los Países Bajos. Los combates decisivos se libraron en este último territorio. El plan del rey de España era invadir la Champaña desde Flandes y ocupar alguna plaza fuerte. En julio de 1557, cuarenta y dos mil hombres, bajo el mando de uno de sus más jóvenes generales, el duque de Saboya, penetraron en suelo francés. Era un ejército internacional compuesto de españoles, italianos, alemanes, borgoñones, saboyanos, húngaros y flamencos. A tres días de distancia le seguía el propio Felipe II con otro ejército de unos veinte mil hombres, en el cual había cinco mil ingleses que su esposa, la reina María Tudor de Inglaterra, le había cedido.

El duque de Saboya marchó con su ejército hacia la ciudad de Rocroi, pero sus poderosas fortificaciones le hicieron desistir de asaltarla. Por ello concluyó que era imprescindible proceder por sorpresa, antes de que la plaza elegida pudiese reforzar sus defensas. Así, tras un amago sobre Guisa, el 3 de agosto se lanzó, de madrugada y con suma rapidez, sobre otro objetivo: el estratégico enclave de Saint-Quentin (San Quintín), a orillas del río Somme. Comenzaba el asedio que daría lugar a una de las batallas más célebres de la historia militar española.


San Lorenzo de El Escorial. Felipe II logro´ la victoria de San Quinti´n el di´a de san lorenzo de 1557. Para conmemorarla, el rey construyó este monasterio.

Los franceses, por su parte, no habían permanecido inactivos. Un ejército de veintiséis mil hombres, al mando del condestable Anne de Montmorency, había seguido las evoluciones de las fuerzas españolas. Montmorency esperaba atacar cuando aquéllas asediaran alguna ciudad, confiando en la victoria al coger a las fuerzas sitiadoras entre dos fuegos. Por de pronto, y antes de que el cerco sobre San Quintín fuese lo suficientemente estrecho, logró hacer llegar unos quinientos soldados de refuerzo, lo que dio ánimo a la guarnición de la ciudad. Sin embargo, al día siguiente el asedio era total y empezaron los bombardeos por parte de los atacantes.


Desde ese momento fue casi imposible introducir nuevos refuerzos en la plaza, la cual, dada la desfavorable correlación de fuerzas, parecía condenada. A Montmorency no le quedaba otra opción que marchar al encuentro del ejército del duque de Saboya y plantar batalla. Su plan consistía en cruzar el Somme al oeste de San Quintín, atravesar una zona pantanosa y avanzar sobre las líneas enemigas. Si lograba romper el sitio y reforzar la ciudad, los atacantes se verían en la obligación de retirarse o presentar combate en circunstancias adversas. Era una maniobra arriesgada, pero el general francés se sentía seguro de la victoria; era veterano de mil batallas y su oponente, un jovenzuelo inexperto.

ATAQUE POR SORPRESA
El grueso del ejército francés se puso en marcha la noche del 9 al 10 de agosto y, tras una agotadora marcha, llegó a las puertas de San Quintín al amanecer. Aparentemente, el ejército enemigo no había advertido su presencia y seguía imperturbable en sus ataques a la ciudad. Montmorency se sentía seguro: creía que la caballería flamenca del conde de Egmont había partido hacia el norte para recibir y escoltar a Felipe II, y que el único puente sobre el Somme no permitiría que el ejército del duque cruzase, con la rapidez necesaria, a la ribera por la que él avanzaba.


El duque de Saboya. Retrato por l'Argenta. siglo XVI. Galería Sabauda, Turín.

Pero la realidad era muy distinta. El astuto duque de Saboya había adivinado las intenciones de Montmorency y esa madrugada había enviado sigilosamente a la caballería de Egmont a la ribera por donde avanzaba el ejército galo. Además, había levantado otro puente lejos de los observadores franceses y había descubierto un vado. Todo ello permitiría que su ejército cruzase el río en muy poco tiempo.



El duque de Montmorency. El líder del ejército francés cometió el terrible error de subestimar al joven duque de saboya. Arriba, retrato de 1556. Museo del Louvre, París.

A las diez de la mañana, varios miles de franceses comenzaron a cruzar el río en barcas para atacar a los asaltantes de San Quintín. Su avance era lento y trabajoso, y los arcabuceros españoles que les esperaban en la otra orilla del río les infligieron muchas bajas. En ese momento, la infantería del ejército del duque de Saboya empezó a vadear el río lejos de la vista del general francés, por lo que éste no se percató de ello hasta que vio al enemigo avanzar hacia sus posiciones.


Cuando Montmorency ordenó a su caballería a ir al encuentro del enemigo, los jinetes franceses se vieron sorprendidos de espalda y de flanco por la caballería de Egmont, que estaba agazapada tras unas lomas desde hacía horas. La violencia que se desató sobre los galos sólo se vio superada por la sorpresa de ver que era casi todo el ejército enemigo el que cruzaba el río y se cernía a sobre ellos. Salvo las fuerzas necesarias para mantener el cerco San Quintín, el resto de efectivos había pasado a la otra orilla.


Captura de un grupo de franceses durante la batalla. Grabado siglo XIX, colección privada.

Lo más grave para Montmorency era que, en ese momento, parte de su infantería se encontraba atrapada combatiendo en la otra ribera pantanosa o en medio de la operación de vadeo, por lo que no podía disponer de ella para frenar la ofensiva del duque de Saboya. Ahora, al general francés sólo le quedaba la opción de tratar de retirarse ordenadamente, por lo que mandó que, con toda rapidez, sus hombres reembarcasen y volviesen a cruzar el río hasta el punto de partida.

HACIA EL DESASTRE FRANCÉS
Tras agotadores esfuerzos, Montmorency pudo reagrupar a la mayoría de sus hombres e inició la retirada bajo la protección de su caballería, acosada a su vez por los jinetes de Egmont. Pero la marcha pronto se convirtió en una pesadilla.Tras la artillería, que avanzaba con lentitud, iban los carros con los víveres y la impedimenta, y luego la infantería tratando de apretar el paso. Estaban haciendo, en sentido inverso, el camino que tan agotadoramente habían recorrido la madrugada anterior, sólo que ahora estaban mucho más cansados pues no habían dormido ni apenas probado bocado, y además eran perseguidos.

El objetivo era alcanzar los bosques de Montescourt para protegerse y reorganizarse. Por su parte, el duque de Saboya sabía que no podía dejar escapar la presa y que debía obligar a Montmorency a presentar batalla. Para impedir el repliegue francés, el duque ordenó que parte de la caballería de Egmont avanzase por los flancos al ejército enemigo y le bloquease el camino ante los bosques. Unos dos mil jinetes se lanzaron a galope con ese objetivo, sin que la exhausta y desgastada caballería gala pudiese impedírselo. Media hora después, tras desbordar al ejército francés, ya estaban en su lugar formando una barrera entre el bosque y el ejército de Montmorency. De esta manera, a media tarde y tras tres horas de marcha, las fuerzas galas se encontraron con la desagradable sorpresa de que la retirada era imposible. No había otra opción que combatir.


Grabado de la batalla a las afueras de San Quintín por Carlos Mendoza. 1880, colección privada.

El general francés trató de convertir su caravana en un ejército formado en orden de batalla. Pero el cansancio de sus hombres, el estorbo que suponía desplazar carros y cañones, y el hostigamiento del enemigo, que venía pisándoles los talones, no lo permitían. Aun así, Montmorency despejó en lo posible el terreno, ubicó a lo que quedaba de su caballería en las alas, puso a sus cinco mil mercenarios alemanes al frente, y él se situó en el centro junto a sus veteranos gascones, que también formaron en la retaguardia. Para entonces sus efectivos ya se habían reducido a unos escasos y exhaustos veinte mil hombres.

La caballería de Egmont atacó de inmediato para no dar tiempo a que los franceses se organizasen mientras llegaba la infantería del duque. Los escasos jinetes galos fueron barridos, los carros y cañones capturados, y la infantería empezó a sufrir las acometidas de los reiters, jinetes alemanes que portaban varias armas de fuego y contra los que las picas no resultaban efectivas. Pronto las líneas francesas comenzaron a quebrarse y aparecer huecos. Por ellos se lanzaron los jinetes flamencos, que atacaron por la espalda a los defensores. En ese momento, los mercenarios alemanes de Montmorency, viendo que la resistencia era inútil, optaron por rendirse casi en bloque. Al comandante francés sólo le quedaban sus fieles gascones, con los que trató de abrirse paso.


Felipe II con la armadura que llevó en San Quintín. Antonio Moro, 1557, Real Monasterio de el Escorial Madrid

Sin embargo, entonces llegó la infantería, que comprendía el grueso del ejército de Felipe II. El duque de Saboya ordenó atacar con ella, mientras la caballería de Egmont descansaba. Primero bombardeó con metralla a las formaciones defensivas francesas, en cuadro, y seguidamente lanzó contra ellas a sus hombres, encabezados por los dos experimentados tercios españoles de Alonso de Navarrete y de Alonso de Cáceres, que con sus descargas de arcabuces comenzaron a desbaratar los cuadros adversarios. Estas formaciones defensivas se rompieron pronto, y por los huecos irrumpió una oleada de infantes que comenzaron a matar a diestro y siniestro, mientras los gascones huían en desbandada.

El resultado fue una terrible carnicería, pues sólo se perdonaba a quien se presumía que, por su vestimenta, era un noble por el que se podía pedir rescate. Un médico francés, llegado para atender a los heridos unos días después, escribió: «Vimos más de media legua [más de dos kilómetros] de terreno cubierto por la muerte; y prácticamente ni nos detuvimos debido al hedor que despedían los hombres muertos y sus caballos». Murieron seis mil franceses, entre ellos unos trescientos miembros de lo más granado de la nobleza, como el duque de Enghien.

LA TOMA DE SAN QUINTÍN
Montmorency fue apresado, junto con unos siete mil hombres entre los que se encontraban numerosos nobles. Sólo unos cinco mil soldados pudieron escapar dispersándose en la confusión de la batalla. Los mercenarios alemanes presos fueron liberados, sin armas, y enviados a su casa con medio ducado cada uno, bajo la promesa de no coger las armas contra el rey de España en al menos seis meses. Unos cuantos españoles e ingleses que militaban entre los vencidos fueron ejecutados por traidores. En el bando del duque de Saboya, las bajas no llegaron a los mil hombres entre muertos y heridos.


La victoria de San Quintín, pintura al óleo de Augusto Ferrer Dalmau, 2022.

Esa noche partió un mensajero a Cambrai para informar a Felipe II de la rotunda victoria que había obtenido su ejército. A las pocas horas el rey partió eufórico con su ejército, y el día 13 por la mañana llegaba a San Quintín. Allí contempló el enorme botín capturado, felicitó efusivamente a los generales que habían logrado la victoria y envió a numerosos emisarios con las buenas nuevas, entre otros a su esposa, la reina María de Inglaterra, al duque de Alba –que estaba a punto de saquear Roma, pero que recibió la orden de pactar la paz con el papa– y a su padre, Carlos V, que estaba retirado en Yuste.

Ya sólo quedaba esperar la toma de San Quintín, que se produjo el 27 de agosto, tras un duro asalto. No hubo piedad para los defensores, que en su mayoría fueron pasados a cuchillo, y la ciudad sufrió un concienzudo saqueo en castigo por su resistencia. Un testigo comentaba que los mercenarios alemanes al servicio de Felipe «demostraron una crueldad nunca vista [...] las mujeres y los niños gritaban con tanto lamento que a cualquier cristiano se le hubiese partido el corazón». Esta vez el rey estuvo presente; de hecho, se puso por primera y única vez en su vida su lujosa armadura de batalla, con la que lo retrató Antonio Moro. Pero al ver la sangre derramada exclamó, a pesar de la rotunda victoria: «¿Es posible que de esto gustase mi padre?». Tres días después, Felipe II hizo su entrada solemne en San Quintín, dirigiéndose a la iglesia –totalmente expoliada– para dar gracias a Dios por la victoria.


Una victoria en el día de San Lorenzo. Martirio del santo por Francesco Trevisani, 1730, Iglesia de San Felipe Neri, Turín.

La prudencia del monarca, quizás excesiva, enseguida se dejó ver. En contra de la opinión de su padre renunció a marchar sobre París y decidió volver al refugio seguro de Flandes, tras dejar bien guarnecida la ciudad y sus aledaños. La guerra prosiguió durante 1558, y aunque Francia conquistó Calais –el último reducto inglés en el continente–, en verano sufrió otra apabullante derrota en Gravelinas. Meses después, en abril de 1559, se firmó la paz de Cateau-Cambrésis, que supuso la entrega a España y sus aliados de 198 enclaves. Entre las cláusulas de este tratado figuraba el matrimonio entre Felipe II, que acababa de enviudar de María Tudor, y la hija de Enrique II, Isabel de Valois. El Imperio español vivía sus años más gloriosos, que quedarían indisolublemente unidos al nombre de San Quintín.
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Luis Coloma y el ratoncito pérez, el cuento que nació como un regalo para una reina
A finales del siglo XIX, Luis Coloma escribió por encargo de la reina María Cristina de Habsburgo un cuento protagonizado por un ratón, como regalo para el futuro Alfonso XIII con motivo de la caída de su primer diente. Lo que no podía imaginar es que, con el tiempo, su personaje se convertiría en un héroe para todos los niños .

El Ratoncito Pérez deja dinero o algún regalo a los niños cuando se les caen los dientes

Luis Coloma, o como es más conocido, el padre Coloma, no se hubiera imaginado a su muerte, el 14 de abril de 1915 (aunque algunas fuentes afirman que ocurrió el 10 de junio), que su creación más famosa, el Ratoncito Pérez, un roedor imaginario que vivía dentro de una lata de galletas en la confitería Prast, en el número 8 de la calle Arenal de Madrid, se convertiría, con el paso de las generaciones, en un mito infantil imperecedero.

A los doce años, Luis Coloma ingresó en la Academia Naval de San Fernando, aunque después la abandonó para licenciarse en Derecho en la Universidad de Sevilla. Con su título bajo el brazo, se trasladó a Madrid, donde ejerció como pasante y empezó a frecuentar los círculos literarios y tertulias políticas de la capital, además de colaborar en diversos periódicos.

EL DISPARO QUE CAMBIÓ SU VIDA
Pero un desafortunado suceso cambiaría su vida para siempre. En 1872 resultó herido de bala, aunque milagrosamente sobrevivió. Aún hoy se discute que ocurrió, si el disparo fue fortuito o no. Sea como fuere, a pesar de los pesimistas pronósticos de los médicos, Coloma se recuperó de un modo asombrosamente rápido. Por ese motivo, y pensando que Dios le había dado otra oportunidad, decidió dedicarse al sacerdocio e ingresar en la compañía de Jesús. Viajó al seminario de Châteaux de Poyanne, en Francia, donde al parecer fue ordenado sacerdote en 1874.

Herido de un disparo de bala, Luis Coloma se recuperó milagrosamente y decidió dedicarse al sacerdocio e ingresar en la compañía de Jesús

Años después, Coloma regresó a España, donde trabajó en distintos centros de enseñanza. En 1890 publicó Pequeñeces, una de sus obras más conocidas. En esta novela, Coloma, describe de un modo satírico a la alta sociedad madrileña de los años que precedieron a la Restauración Borbónica. A pesar del éxito, Pequeñeces no estuvo exenta de criticas, sobre todo las vertidas por los periodistas Manuel Martínez Barrionuevo y Mariano de Cavia precisamente por la feroz critica que Coloma hacía de la sociedad de su tiempo.

EL RATÓN QUE ACONSEJABA A UN MONARCA
Luis Coloma escribió crítica costumbrista, biografías y escritos de carácter histórico, pero sobre todo se le conoce por ser el autor del cuento infantil El Ratoncito Pérez, un antiguo relato de tradición oral que plasmó en forma de cuento en 1894. En ella dota a este entrañable personaje de una historia e identidad únicas.

En realidad, El Ratoncito Pérez fue un encargo de la reina regente María Cristina, que quería regalar un bonito cuento a su hijo, el futuro rey Alfonso XIII, con motivo de la caída de su primer diente. La historia habla del maravilloso viaje que el pequeño rey Buby –apodo cariñoso por el que la regente llamaba a su hijo en la intimidad– inicia de la mano del Ratoncito Pérez para conocer cómo vivían sus pequeños súbditos, algunos de ellos muy pobres, como el niño Gilito. Durante su periplo, Buby aprenderá valores tan importantes para un rey como la valentía, el cuidado de sus súbditos y la generosidad.

A Luis Coloma se le conoce por ser el autor del cuento infantil El Ratoncito Pérez, un antiguo relato de tradición oral que plasmó en forma de cuento en 1894 y en el que el roedor acompaña al pequeño monarca Buby por su reino

Desde el año 2008, los amantes del Ratoncito Pérez pueden visitarlo en la Casa Museo del Ratón Pérez, en Madrid. Un viaje que ningún niño debería perderse, y tampoco ningún adulto. Una bonita y nostálgica manera de recordar que, una vez, también fuimos niños.
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El Barón Thyssen, una vida dedicada al arte
Hans Heinrich Thyssen fue un aristócrata dueño de un gran imperio industrial, coleccionista y filántropo, que eligió España como sede de su magnífica colección de arte. Heredada de su padre, el barón ampliaría la colección hasta convertirla en una de las más importantes del mundo.

Heinrich von Thyssen-Bornemisza, considerado uno de los mayores coleccionistas y mecenas de arte del mundo, acabaría recalando en España junto con su magnífica colección de arte. Antes, varios países habían pugnado enconadamente por hacerse con este preciado trofeo. Conocido familiarmente como Heini, el barón Thyssen fue el heredero de una saga familiar que hizo de la afición al arte una forma de vida. Una pasión que le transmitió su padre y que el propio Heinrich Thyssen llegaría a superar con creces.

EL ARTE Y LAS MUJERES
La fortuna de la familia Thyssen, una de las más importantes del siglo XX, la inició el abuelo de Heinrich, August, que se dedicó a la fabricación de acero para la floreciente industria de armamento anterior a la Primera Guerra Mundial. De hecho, el abuelo del barón fue el primero de la familia en empezar a interesarse por el arte, aunque la pintura no fuera lo que más le atrajese. Durante la Exposición Universal de París de 1900, August Thyssen conoció al escultor Auguste Rodin, al cual encargó siete estatuas de mármol (cuatro de ellas, hoy se hallan en poder de Carmen Cervera). A la muerte del abuelo August, sería su primogénito, Friedrich, quien se quedaría con el negocio de la industria pesada, mientras que su otro hijo, Heinrich (el padre del barón), se instaló en Hungría, Holanda y Suiza e invirtió en diversos sectores (el emperador le había concedido el título de barón en 1907).


La enorme fortuna de la familia Thyssen que heredó el barón fue una de las más importantes del pasado siglo XX. Su abuelo August Thyssen, sobre estas líneas, empezó a amasar una gran cantidad de dinero gracias a la industria de armamento anterior a la Primer Guerra Mundial.

La fortuna de la familia Thyssen, una de las más importantes del siglo XX, la inició el abuelo de Heinrich, August, que se dedicó a la fabricación de acero para la floreciente industria de armamento anterior a la Primera Guerra Mundial.

Tras la muerte de su padre en 1947, el jovenHeinrich tomó las riendas de los negocios familiares y logró recuperar la colección que había empezado su abuelo años atrás. Su vida sentimental fue, sin embargo, un poco agitada. Su primera esposa sería la princesa Theresa Lippa, una mujer con mucho carácter, con la cual pasó cuatro años y que le fue infiel con su cuñado, el conde Ivy Batthány. Tras su divorcio, el barón Thyssen conoció a la modelo Nina Dyer. Su siguiente esposa fue una modelo británica llamada Fiona Campbell-Walte, cuyo matrimonio también terminó en fracaso. Su cuarta esposa sería la hija de un banquero brasileño llamada Denise Shorto. El matrimonio pronto hizo aguas, hasta que en su vida apareció la mujer que se convertiría en su gran amor: la española Carmen Cervera.

La vida amorosa del barón Heinrich Thyssen fue muy agitada. Llegó a casarse hasta cinco veces, la última con Carmen Cervera. En la imagen se le puede ver en 1956, a los 35 años, cuando contrajo matrimonio con la modelo británica Fiona Campbell-Walte.

RESCATANDO LA HERENCIA
Convertido en mecenas, la primera tarea que se autoimpuso Heinrich fue la de reunir la pinacoteca familiar repartida ente sus hermanos, la cual se propuso recomprar. Sus hermanos impugnaron el testamento del padre porque Heinrich pretendía crean una fundación con las 525 obras que hasta aquel momento había logrado conseguir y que estaban expuestas en la mansión familiar, Villa Favorita, en Lugano (Suiza). Los hermanos del barón preferían disponer libremente de su herencia y vender las obras al mejor postor. Pero para Heinrich la colección iba mucho más allá; además de poseer un valor sentimental, el barón conocía en profundidad los tesoros familiares y el valor que estos tenían.

Convertido en mecenas, la primera tarea de Heinrich fue la de reunir la pinacoteca familiar repartida ente sus hermanos. Estos impugnaron el testamento porque Heinrich pretendía crean una fundación.

En su afán por recuperar la colección completa y ver cumplido el sueño de su padre, la fundación de una pinacoteca accesible al público que recibiría el nombre de Thyssen-Bornemisza, el barón se sumergió en el mundo del coleccionismo de arte. Al final se hizo con obras maestras de artistas como Holbein y Caravaggio, Duccio, El Greco, Rubens, Goya, Van Gogh, Kandinsky, Picasso, Mondrian y Lucio Fontana, entre otros (a principios de la década de 1990, la colección de Heinrich Thyssen constaba de más de 800 cuadros y su gran envergadura hacía imposible su correcta exposición en Suiza). Preocupado por el riesgo de que en un futuro sus herederos quisieran venderla y dispersarla, en la década de 1980 el barón planeó ampliar la galería de Villa Favorita y blindarla jurídicamente mediante una fundación. El anteproyecto fue encargado al arquitecto escocés James Stirling, pero las dudas sobre la viabilidad económica de un gran museo en Lugano, y la respuesta no demasiado entusiasta de las autoridades del país, llevaron al barón a buscar una nueva localización para su proyecto fuera de Suiza.

Sobre estas líneas un sonriente baron Heinrich Thyssen posa para la fotografía frente a la obra de Marc Chagall "La casa gris" durante la inauguración de la exposición de su colección en el Museo de Arte de Múnich en agosto de 1988.

DESTINO FINAL
A partir de ese momento comenzó una dura pugna entre distintas naciones para convertirse en sede de la valiosa colección de arte del barón Thyssen. Varios países negociaron con Heinrich Thyssen para que su colección viajara a sus respectivos museos: tanto el príncipe Carlos como la primera ministra británica Margaret Thatcher volaron hasta Suiza para hacer una jugosa oferta al barón, el presidente Mitterand hizo lo propio en favor de Francia, la Fundación Getty ofreció mucho dinero para que Estados Unidos se quedara con la colección, y, por su parte, el gobierno suizo intentó bloquear la exportación de las pinturas para que se quedaran en Lugano. Finalmente fue España quien obtuvo el "premio gordo" y se hizo con los derechos de exponer esta valiosísima colección de arte (según Sotheby's, está valorada en 2.000 millones de dólares), primero con un contrato de alquiler de cinco millones de dólares al año, y un año después por un precio de compra muy ajustado: 350 millones de dólares. Ya lo dijo el barón en una ocasión: "Si soy feliz aquí (en España) y todo sale bien, el arreglo será permanente".


Comenzó una dura pugna entre distintas naciones para convertirse en sede de la valiosa colección de arte del barón Thyssen. Varios países negociaron con Heinrich Thyssen para que su colección viajara a sus respectivos museos

De este modo, la colección de arte del barón Thyssen llegó a España, y 700 de sus obras componen la exposición permanente del Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid, ubicado en el palacio de Villahermosa, y de otra sede, el Monasterio de Pedralbes, en Barcelona, con 60 obras (hoy en día se exponen en el Museo Nacional de Arte de Cataluña). A pesar del que los esfuerzos del gobierno español para que la colección recalara finalmente en España dieron sus frutos, no todos estuvieron de acuerdo con la manera en que se habían llevado a cabo las negociaciones. El barón fue blanco de algunas críticas, como las vertidas por el escritor Francisco Umbral, quien, en una columna de opinión publicada en un periódico español, dijo: ''Esto no fue un acto de generosidad, es sólo un crudo trato comercial''.

ALGUNAS DESAVENENCIAS
Un año después de vender su colección al Estado español, en la primavera de 1994 el barón Thyssen vio su salud muy mermada: tuvo que someterse a dos operaciones derivadas de algunos problemas cardíacos que llevaba arrastrando, y pocos meses después sufrió una grave apoplejía de la que ya no se recuperaría. Tras perder la movilidad de uno de sus brazos, Heinrich Thyssen tuvo que restringir sus apariciones públicas y su estado de ánimo se vio muy afectado por los sucesivos litigios familiares a los que tuvo que hacer frente a causa de la herencia, problemas que finalmente se resolvieron mediante un acuerdo, bautizado por los medios como "El Pacto de Basilea", que fue suscrito poco antes de su muerte en San Feliu de Guíxols (Girona) el 26 de abril del año 2000. Los restos de uno de los mecenas más importantes del siglo XX fueron trasladado al panteón familiar del castillo de Landsberg, situado en la cuenca del Ruhr, donde descansan para siempre.








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El bigote que compartían chaplin y hitler


Tal vez muchos no reconozcan al personaje de la foto histórica de hoy, pero se trata nada menos que de Charles Chaplin, uno de los actores de cine cómico más famosos de la historia. Sin embargo, aquí está casi irreconocible sin su característico bigote.

Y es que, de hecho, el bigote de Chaplin era postizo, una parte más de su vestuario, que incorporó al personaje del vagabundo o Charlot para darle un aire más cómico. Existía otra razón, y era que ese tipo de bigote (llamado "cepillo de dientes" o "sello de correos") era muy popular en Estados Unidos a finales del siglo XIX, por lo que era representativo del hombre común.

Existe una teoría según la cual el propio Adolf Hitler, que también llevaba este tipo de bigote, lo habría copiado de Chaplin debido a que era un gran cinéfilo. Sin embargo, no es cierta: Hitler inicialmente llevaba un mostacho al estilo bávaro, pero durante la Primera Guerra Mundial sus superiores le ordenaron cortárselo para que pudiera ajustarse bien la máscara antigas; y al terminar el conflicto ya no volvió a la moda anterior.

La similitud de ambos bigotes resultó perfecta para que Chaplin parodiase al líder nazi en su película El gran dictador. Así, el estilo quedó asociado para siempre a Hitler y su popularidad cayó en picado, a pesar de haber sido distintivo también de uno de los personajes más queridos del cine.
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Chankillo, el observatorio solar más antiguo de américa
El complejo arqueoastronómico de Chankillo, ubicado en la costa centro-norte de Perú, está formado por un conjunto de construcciones que se alzan en medio de un paisaje desértico. Según los investigadores, sus trece torres, situadas sobre la cresta de una colina, unidas a los elementos naturales, permitían la observación tanto de la salida como de la puesta del Sol durante todo el año.

Perú es uno de los países que atesora uno de los legados históricos y arqueológicos más impresionantes del mundo. La legendaria Machu Picchu, las fortalezas de Ollantaytambo y Sacsayhuamán, la ciudad de Cuzco, la ciudadela de barro de Chan Chan, las huacas del Sol y la Luna o las misteriosas líneas de Nazca son solo algunos ejemplos.

Pero entre los grandes desconocidos del país andino se encuentra el complejo arqueoastronómico de Chankillo, que está considerado por los expertos como el observatorio solar más antiguo de América. De hecho, las ruinas de Chankillo emanan una historia fascinante. Con su ancestral observatorio solar y su gran centro ceremonial de más de 2.300 años de antigüedad, el sitio arqueológico de Chankillo fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 2021.


Ubicación geográfica del complejo arqueoastronómico de Chankillo, en Perú.

UNA UBICACIÓN ESTRATÉGICA
Situado en la provincia costera de Casma, en la región de Áncash, se cree que este espectacular tesoro arqueológico pudo haber estado habitado entre 500 y 200 a.C. por los sechín, un pueblo poco conocido, pero con una tecnología lo suficientemente sofisticada como para levantar el enorme complejo astronómico y ceremonial en tan solo 25 años. El sitio arqueológico cubre unos cuatro kilómetros cuadrados y está conformado por trece torres, que miden entre tres y siete metros de altura, construidas en piedra y barro, perfectamente alineadas de norte a sur sobre una colina. El lugar cuenta, al menos, con dos puntos de observación, uno orientado a amanecer y otro a la puesta de Sol.

Según las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en Chankillo, se piensa que el lugar pudo estar habitado entre 500 y 200 a.C.


Panorámica de las trece torres que aún se alzan en el complejo de Chankillo, vistas desde el oeste.

Esta estratégica ubicación permitía a los habitantes de Chankillo poder señalar con bastante exactitud los solsticios y los equinoccios, los cambios de estación y todos los movimientos cíclicos del astro rey. La precisión de sus observaciones astronómicas era tal que el margen de error se estima en tan solo uno o dos días, lo que demuestra sus avanzados conocimientos astronómicos. De hecho, una de las características que hace de este complejo algo único en el mundo es que, a diferencia de otros antiguos observatorios, las observaciones llevadas a cabo en Chankillo abarcaban todo el ciclo anual del Sol.

LAS TRECE TORRES DE CHANKILLO
Chankillo estuvo formado por un área administrativa, una residencial y una sagrada donde se alzaba un templo circular de unos 300 metros de largo rodeado por unas murallas concéntricas, resguardado en lo alto de la colina, y en cuyo interior se ha descubierto la representación antropomórfica de una divinidad con forma de araña y rasgos femeninos. Además del observatorio, en el complejo también se abrían un grupo de plazas y patios.

Pero, sin duda, lo más llamativo de Chankillo son sus trece torres, que forman una especie de horizonte dentado que se prolonga unos 300 metros y que, de manera coincidente, marca la salida y la puesta del Sol a lo largo de todo el año. Durante el solsticio de diciembre, el Sol se eleva por detrás de la torre situada más al oeste (la torre trece) y seis meses después, durante el solsticio de junio, se observa la salida del Sol a la izquierda de la primera torre.


Chankillo estuvo formado por un área administrativa, una residencial y una sagrada con un templo circular de unos 300 metros de largo.


Vista general de Chankillo, con el templo fortificado en primer término.

De este modo, los sechín disponían de un preciso calendario gracias tanto a esa línea ficticia del horizonte como a las observaciones que realizaban desde las torres, que disponían de una estrecha escalinata que permitía el acceso a una terraza superior desde donde poder contemplar el firmamento.

EL ABANDONO DE CHANKILLO
De hecho, Chankillo debía de presentar un aspecto impresionante en su momento de máximo esplendor. Sus torres pintadas (todavía quedan restos de los pigmentos originales que se usaron en su decoración: amarillo, blanco y ocre), revocadas y ornamentadas debían de sugerir, a quien las contemplase, la idea de que se hallaba en un lugar imponente y sagrado.

Finalmente, Chankillo fue abandonado en el siglo I a.C. Pero ¿por qué se marcharon sus habitantes? A día de hoy todavía se desconoce la causa, aunque uno de los posibles motivos que los investigadores han aducido para explicar su abandono pudo ser la presión que empezó a ejercer en el territorio la emergente cultura chavín, instalada en una región que no tardaría en dominar. Más tarde serían los propios chavín quienes, a su vez, acabaron desapareciendo bajo la presión del pueblo mochica.

Tal vez Chankillo fue abandonado a causa de la presión que empezaba a ejercer la cultura chavín.

De hecho, todos estos conflictos bélicos fueron confirmados por los arqueólogos cuando desenterraron una serie de figurillas que representaban a unos guerreros armados con lanzas, porras y propulsores. A pesar de ello, aún existen muchos misterios por revelar en Chankillo, puesto que hasta la fecha los arqueólogos solo han podido estudiar un uno por ciento de este singular complejo astronómico.
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Barbarroja, el temible pirata que gobernó en Argel
A principios del siglo XVI, Barbarroja entró al servicio del sultán otomano y protagonizó innumerables ataques contra navíos y ciudades cristianas, en busca de riquezas y esclavos.

TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST
Barbarroja, el célebre corsario de Argel, sembró el terror en el Mediterráneo occidental durante la primera mitad del siglo XVI. Él y su hermano mayor, Aruj, navegaron sin temor saqueando puertos y ciudades, y cargando sus galeras de infinitas riquezas y un número enorme de cautivos. Pero Hayreddín Barbarroja no fue un simple hombre de fortuna con patente de corso, sino un diestro guerrero con olfato político que se convirtió en valioso servidor del sultán otomano Solimán el Magnífico, desafió a todo un emperador, Carlos V, y fundó en Argelia un reino cosmopolita y próspero.

Hayreddín era hijo de un albanés que tras renegar del cristianismo se había asentado en Mitilene, en la isla griega de Lesbos, donde llevaba una vida modesta como alfarero junto a su mujer, viuda de un sacerdote griego. Aruj, el hermano mayor, fue el primero que se lanzó a la aventura del mar, quizás en la marina del Imperio otomano o tal vez en algún navío mercante o corsario. Pero en 1503 el barco en el que viajaba fue atacado y capturado por un galeón de la orden de los caballeros hospitalarios, entonces asentada en Rodas. Apresado, Aruj pasó dos años como galeote en un navío de los caballeros, hasta que logró escapar y pudo reunirse con su hermano Hayreddín. Ambos se establecieron entonces en la isla de Djerba, frente a Túnez; el lugar era una auténtica madriguera de corsarios, a los que se sumaron con entusiasmo.


Sus ataques contra galeras cristianas que surcaban la zona, especialmente españolas, les reportaron importantes ganancias y atrajeron la atención del señor musulmán de Túnez, con el que formaron una asociación. Su flota ascendía ahora a una docena de navíos, y con ellos Aruj y Hayreddín se atrevieron a atacar las plazas españolas del norte de África, como Bugía, donde Aruj perdió un brazo por un tiro de arcabuz.

EL BASTIÓN DE ARGEL
A estas alturas, Aruj soñaba con dejar de ser un simple corsario y convertirse él mismo en jefe de un Estado soberano de la costa norteafricana. La oportunidad le llegó en 1516, cuando el gobernador de Argel le pidió ayuda para expulsar a los soldados españoles del vecino Peñón de Argel. Aruj acudió presto, pero en vez de combatir a los españoles aprovechó la primera oportunidar para deshacerse del gobernador –se dijo que lo ahogó cuando estaba tomando el baño diario en su casa– y proclamarse señor de Argel, ante el alborozo de sus partidarios.

Con la toma inmediatamente posterior de Tenes y Tremecén, Aruj creó un poderoso reino en el norte de África. Era todo un desafío para la monarquía española de Carlos V, y la reacción no se hizo esperar. En 1518, una armada hispana partió de Orán y asaltó Tremecén, acorralando a Aruj. En su huida, éste se refugió en un corral de cabras, y allí un soldado español lo alcanzó con una lanza y lo decapitó.

En Argel, Hayreddín tomó el relevo de su hermano como jefe de los corsarios. Frente a la redoblada presión española, hizo gala de astucia política y decidió buscar la ayuda del sultán otomano. A cambio de la protección militar prestada por Constantinopla, que envió enseguida dos mil jenízaros, Argel se convirtió en una nueva provincia (sanjak) del Imperio otomano. De esta forma, Hayreddín pudo continuar en los años siguientes con la actividad corsaria y a la vez consolidar su Estado, conquistando nuevas plazas en Berbería, como Colo y Bona.
Pese a ello, la principal amenaza a su dominio seguía estando a las puertas mismas de Argel, en el Peñón ocupado por los españoles. En 1529, mientras Carlos V estaba en Italia para coronarse emperador y Solimán asediaba Viena, Hay-reddín se lanzó al asalto de la fortaleza cristiana. Tras 15 días consecutivos de bombardeos, la guarnición española, diezmada, hubo de rendirse. Las crónicas españolas cuentan que Barbarroja mandó matar a palos en su presencia al capitán del fortín, Martín de Vargas.

HÉROE DE LOS MUSULMANES
La fama de Hayreddín se extendió por todo el mundo musulmán del Próximo Oriente. Desde Levante llegaron a Argel corsarios experimentados en busca de fortuna, como Sinán el Judío o Alí Caramán. Del mismo modo, cuando el condotiero genovés Andrea Doria, a instancias de Carlos V, se adentró en el Mediterráneo oriental y consiguió capturar los puertos de Corón, Modón y Naupacto, en el Peloponeso, Solimán mandó llamar de inmediato a Hay-reddín. Éste se apresuró a atender la convocatoria. Para impresionar al sultán, abarrotó sus navíos con presentes de lo más suntuoso: tigres, leones, camellos cargados de sedas y paños de oro, vasos de plata y oro, y también doscientas mujeres destinadas al harén de Estambul, así como buen número de esclavos jóvenes. Solimán, sin duda complacido, nombró a Hayreddín gran almirante de la flota otomana.

Al mando de 80 galeras y 20 fustas, Barbarroja inició entonces una vigorosa campaña naval a lo largo y ancho del Mediterráneo. Tras reconquistar Corón y Naupacto, la armada de Hayreddín aterrorizó las costas de Italia. En Nápoles, tras intentar prender a la hermosísima condesa Julia Gonzaga, que logró escapar por muy poco, Hayreddín y sus hombres saquearon numerosos templos y sepulturas. Barbarroja amenazó incluso Roma, donde el papa Clemente VII agonizaba, abandonado por los cardenales que habían huido tras saquear el erario apostólico. Pero, en realidad, toda la correría de Hayreddín era una estratagema para distraer la atención de la cristiandad de su verdadero objetivo, Túnez, que tomó por sorpresa.

EL DUELO CON CARLOS V
Hizo colocar en los mástiles los estandartes de los barcos españoles hundidos el año anterior y penetró sin resistencia en el puerto

El éxito de Hayreddín fue breve, ya que Carlos V se puso al frente de una poderosa expedición que logró la reconquista de Túnez, tras semanas de duro asedio y cruentos combates. De vuelta en Argel, Barbarroja no se arredró y buscó una ocasión para desquitarse. Sin dilación se embarcó con rumbo a la isla de Menorca, base de la escuadra imperial española. Al llegar a Mahón hizo colocar en los mástiles los estandartes e insignias de los barcos españoles hundidos en Argel el año anterior, y de esta guisa penetró sin resistencia en el puerto. Al darse cuenta del engaño, la escasa guarnición intentó defender las murallas, pero se rindió al cabo de unos días bajo promesa de que se respetaran las vidas y los bienes de los habitantes. El pacto sirvió de poco. Barbarroja saqueó la ciudad y apresó, según las crónicas, a 1.800 personas para venderlas como esclavos.

En los años siguientes, Barbarroja, con una flota de 150 naves, siguió con sus razzias por las costas de los territorios cristianos del Mediterráneo, desde las islas griegas e Italia hasta la península Ibérica. En 1538 derrotó a una gran armada al mando de Andrea Doria cuando éste le había acorralado en el puerto otomano de Préveza, en Grecia, lo que dejó el Mediterráneo oriental en manos de los turcos. En 1541 también rechazó la gran expedición dirigida por Carlos V en persona contra Argel. Dos años más tarde Hayreddín emprendió otra de sus legendarias correrías. De nuevo saqueó las costas del sur de Italia, capturando cientos de esclavos. Tras tomar la fortaleza de Gaeta, cuentan las crónicas que se enamoró, ya septuagenario, de la hija del gobernador español, María la Gaitana, que se llevó consigo.

ACLAMADO EN ESTAMBUL
Desde Italia, Hayreddín se dirigió a Marsella y Tolón, donde fue acogido con todos los honores por las autoridades, en cumplimiento de la alianza entre Francia y el Imperio otomano, unidos por su rivalidad frente a Carlos V. Algunos navíos de Barbarroja recorrieron la costa española, saqueando diversas ciudades costeras, como Rosas, Cadaqués, Palamós y Villajoyosa.

En 1545, Barbarroja se retiró a Estambul, donde vivió el último año de vida, dictando serenamente sus memorias. Falleció el 4 de julio de 1546. Su tumba, el Mausoleo Verde (Yesil Turbe), construida por el famoso arquitecto Mimar Sinan, «el Miguel Ángel otomano», aún se alza en la orilla europea del Bósforo, en el barrio de Besiktas. Durante años, ninguna nave turca abandonó Estambul sin realizar una salva en honor a su más temido corsario al pasar ante su sepultura, donde se lee el siguiente epitafio: «Ésta es la tumba del guerrero de la fe, el almirante Hayreddín Barbarroja, conquistador de Túnez y Argel. Dios lo tenga en su misericordia».
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Amor, maldiciones y conjuros, la brujería en la antigua roma
Los romanos eran muy aficionados a recurrir a la magia, a los conjuros e incluso al vudú para lograr sus deseos más inconfesables, como la muerte de un rival o el amor del ser querido.


Aurelia, hija adolescente de una familia patricia romana, le ha echado el ojo a Lucio, un joven con una prometedora carrera senatorial por delante. Siguiendo las instrucciones proporcionadas por una mujer de dudosa reputación, escribe en una tablilla de plomo un conjuro de amor para que Lucio corresponda a su amor y, en caso de no ser así, "que se le rompa el pene". Al terminar, manda a una de sus esclavas de confianza a enterrarlo en un cruce de calles por el que él suele pasar a diario. Ahora solo queda esperar a que la brujería haga su efecto.

Esta podría ser una de los miles de tabillas de defixión (o de maldición) que los antiguos romanos solían usar para sus inconfesables prácticas de brujería. Aunque la magia formaba parte de la religión oficial y contaba con sus propios sacerdotes, a menudo la gente – independientemente de su estrato social – recurría a la brujería, que implicaba prácticas más directas y peligrosas que pedir amablemente un deseo a los dioses y sentarse a esperar que estuvieran de humor para concederlo. Por ese motivo, el estado desconfiaba y perseguía estas prácticas, aunque sin mucho éxito.

MAGIA OFICIAL Y MAGIA PROHIBIDA
La diferencia fundamental entre la magia oficial y la prohibida (aquella que llamaríamos brujería) estaba en el tipo de vínculo que se creaba con las fuerzas sobrenaturales. La primera formaba parte de las prácticas oficiadas por los sacerdotes del estado y era una forma de mediación con lo sobrenatural: en esta categoría podemos incluir la adivinación y las ofrendas a los dioses.

La adivinación, de raíces etruscas, era una forma de intentar prepararse para los acontecimientos conociéndolos por adelantado, y se realizaba mediante una variedad de ritos como observar el vuelo de los pájaros o las entrañas de un animal sacrificado. Las ofrendas consistían en pedir el favor de los dioses e intentar "comprarlos" mediante regalos o sacrificios, pero dichos dioses podían decidir no intervenir o, peor aún, hacerlo en su contra si no habían quedado satisfechos por las ofrendas. Otro tipo de magia que entraba dentro de lo permitido, aunque técnicamente debería haber sido considerada brujería, eran los amuletos, cuya función era ahuyentar el mal o proteger contra los conjuros malignos.

La diferencia fundamental entre la magia oficial y la prohibida (aquella que llamaríamos brujería) estaba en el tipo de vínculo que se creaba con las fuerzas sobrenaturales


Los fascina (plural de fascinum) eran amuletos en forma fálica, muy usados contra el mal de ojo.


La brujería también invocaba fuerzas sobrenaturales, pero en este caso trataba de forzar el uso de sus poderes mediante conjuros y rituales; la diferencia era, pues, que quien los conjuraba supuestamente podía conseguir de forma directa que sus propósitos se cumplieran. Esto lo convertía en un individuo potencialmente peligroso, especialmente por el hecho de que este tipo de magia solía estar ligada a divinidades o entes infernales. Por ese motivo, y porque era un tipo de magia individual que escapaba al control del estado, las autoridades prohibían su uso y perseguían a quienes la empleaban, a pesar de lo cual nunca consiguieron erradicar su práctica.

Para que un conjuro surtiera efecto, había que seguir un procedimiento concreto. Generalmente se acudía a las sagae, lo que llamaríamos hechiceras, que proporcionaban los ingredientes y las instrucciones necesarias o, si se trataba de una poción, la entregaban ya preparada. Las sagae eran muy mal vistas por la sociedad, aunque muchos hicieran uso de sus servicios, y solían vivir en barrios marginales y peligrosos; por lo que un romano o romana de bien enviaría a sus esclavos a encargarse del "recado".

Se trataba en su mayoría de mujeres extranjeras, generalmente griegas, egipcias o del Levante mediterráneo. Empezaron a ser habituales en Roma a finales de la época republicana y su número aumentó considerablemente bajo el Imperio. Las autoridades las veían con extrema desconfianza, ya que incluso los romanos de clase alta eran muy supersticiosos y temían que sus enemigos usaran sus poderes contra ellos: los dos dictadores del siglo I a.C., Sila y Julio César, promulgaron leyes que castigaban con la muerte a quien practicara magia para causar daño a otros; y varios emperadores persiguieron cualquier actividad sospechosa de brujería.

POCIONES, CONJUROS Y VUDÚ
La brujería comprendía tres tipos de conjuros: las pociones, que incluían cosas tan variadas como pócimas de amor, afrodisíacos y venenos; las tablillas de defixión, en las que se escribía una fórmula para pedir un resultado concreto; y las maldiciones, que se realizaban de forma similar a lo que llamaríamos vudú con unas figuras llamadas kolossoi en griego.


Las pociones se encontraban en una línea difusa entre la medicina y la magia: los médicos preparaban remedios que supuestamente podían mejorar la potencia sexual o despertar el deseo; incluso Plinio el Viejo, uno de los grandes naturalistas de la antigua Roma, los menciona, aunque señalando la gran carga de superstición que hay al respecto. Las recetas eran cuanto menos exóticas, con ingredientes como pelo de mula o caballitos de mar. Otras eran venenos, algunos de los cuales resultaban fulminantes y otros eran de acción lenta para hacerlos pasar por enfermedades.

Las tablillas de defixión eran un soporte para escribir conjuros. Se podían fabricar con muchos materiales, pero los preferidos eran la cera por la facilidad de escribir en ella y el plomo por ser un metal ligado al inframundo. En estas había que escribir una fórmula que constaba de tres partes: la invocación a las fuerzas sobrenaturales, la petición de un deseo y las consecuencias en caso de que este no se cumpla. Las más habituales tienen que ver con obtener el amor de otra persona y ofrecen una visión inquietante del deseo humano, ya que a menudo terminan augurando un destino horrible a la persona supuestamente amada si esta no les corresponde, como "que su esposa muera en la noche de la boda", "que se le rompa el pene" o "que los perros la violen". También se usaban mucho para lanzar maldiciones. Una vez terminadas, las tablillas debían ser enterradas en lugares considerados de fuerte poder mágico, como los cruces de caminos o junto a un pozo o una cueva, por su conexión con el mundo subterráneo.

Las tablillas debían ser enterradas en lugares considerados de fuerte poder mágico, como los cruces de caminos o junto a un pozo o una cueva

Tablilla de maldición de Bath
En esta localidad inglesa se han encontrado unas 130 tablillas de defixión, muchas referentes a robos producidos en las termas. Las víctimas desean al culpable cosas como "que sea maldecida su sangre y ojos y cada miembro, y sus intestinos sean carcomidos si ha robado mi anillo o ha estado al tanto del robo".

Los kolossoi eran estatuillas con forma humana fabricadas generalmente con barro, cera o metal. Procedentes del mundo griego, se empleaban para maldecir a alguien, perforándolas con agujas o clavos, pero podían ser usadas de varias maneras: por ejemplo, se podían enterrar junto con las tablillas de defixión, si el propósito de estas era maldecir a alguien, para potenciar su efecto; o como protección en la entrada de la casa, para que la desgracia cayera sobre los ladrones. Si su efecto iba dirigido a una persona en concreto, se pintaban sus iniciales y se mezclaba con el material de la figura algo que perteneciera a la víctima, como cabellos o un trozo de ropa.

Estas actividades persistieron mucho tiempo después de la introducción del cristianismo, para desesperación de la Iglesia, que las condenaba como prácticas del Diablo. Entre la población, la creencia en la magia siguió arraigada y, he hecho, a menudo las denuncias de brujería no procedían de las autoridades sino de la gente corriente, a raíz de hechos inexplicables como una epidemia o la muerte del ganado. Y ni siquiera el clero estaba libre de esas antiguas creencias: al fin y al cabo, ¿qué eran las reliquias, si no una versión cristianizada de los amuletos romanos?
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#38
Desentierran una extraña flauta medieval en inglaterra
Durante unos trabajos de excavación llevados a cabo en un yacimiento en el condado de Kent, en Inglaterra, un equipo de arqueólogos ha descubierto una extraña flauta fabricada con hueso de animal datada entre los siglos XII y XV. A pesar de su antigüedad, y de que al instrumento le falta la boquilla para poder soplar, el resto de la flauta se encuentra en perfectas condiciones de conservación.


Flauta medieval fabricada con hueso encontrada durante unas excavaciones arqueológicas en el condado de Kent.
Foto: Cotswold Archaeology


Durante los trabajos de excavación llevados a cabo en el yacimiento de Herne Bay (que abarca 61 hectáreas), al sur de Hillborough, en el condado de Kent, por un equipo de arqueólogos de Costwold Archaeology (empresa dedicada a ofrecer servicios profesionales de arqueología y patrimonio en el Reino Unido), ha tenido lugar un hallazgo insólito: una flauta medieval, del tipo conocido como "flauta de fipple", un instrumento que se sopla por un extremo y que en la actualidad incluye el flageolet, la flauta dulce y el silbato de hojalata.

El instrumento musical fue localizado en un pozo que se hallaba en el interior de un recinto rectangular que estaba rodeado por una zanja, junto a un estrato en el que también se descubrieron fragmentos de cerámica datada entre los siglos XII y XV, lo que podría ayudar a fecharlo. La singular flauta llamó especialmente la atención de los arqueólogos, que comprobaron que fue hábilmente tallada a partir de una tibia de oveja o de cabra y presenta cinco orificios para los dedos en la parte superior y un orificio en la parte posterior para el pulgar. Los investigadores creen que a esta flauta le falta, sin embargo, una boquilla para poder soplar, aunque por lo demás el instrumento está completo y se halla en perfectas condiciones.



El instrumento ha sido tallado con cinco orificios para los dedos en la parte superior y un orificio para el pulgar en la parte posterior.
Foto: Cotswold Archaeology

ALGUNOS EJEMPLOS RAROS
La flauta más antigua de la que se tiene constancia se fabricó con un hueso de buitre leonado hace unos 40.000 años, y también están las polémicas "flautas neandertales", como la que parece una flauta parcial hecha con hueso de oso que es 20.000 años más antigua (aunque no todos los investigadores están de acuerdo en que los neandertales tallasen este tipo de instrumentos y se inclinan a pensar que si estas "flautas" presentan agujeros es porque estos huesos fueron roídos por carnívoros).


Recinto donde ha sido encontrada la flauta fabricada en hueso.
Cotswold Archaeology
Sin embargo, existen lagunas en los registros arqueológicos entre las flautas prehistóricas y las que aparecieron por primera vez a principios de la Edad Media, las cuales siguen siendo extremadamente raras según los investigadores. En Gran Bretaña, por ejemplo, solo se han encontrado unos 120 ejemplos de estos objetos, que datan entre los siglos V al XVI, como la que se descubrió en 1964 en Keynsham Abbey, en el condado de Somerset, junto a una moneda acuñada a mediados del siglo XIV. También se han encontrado este tipo de flautas en Winchester, Hampshire; Flaxengate, Lincoln; Coppergate, York, y en Ipswich, Suffolk.

Existen lagunas en los registros arqueológicos entre las flautas prehistóricas y las que aparecieron por primera vez a principios de la Edad Media.

Precisamente por su rareza, los arqueólogos consideran que el hallazgo de esta flauta medieval es de un gran valor histórico y su estudio puede proporcionar más pistas sobre la vida cotidiana de las gentes que vivieron en aquel lejano período.
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Los otros estragos de la peste negra: La caza de judíos en estrasburgo en 1349
Con la excusa del avance de la peste, dos mil judíos fueron quemados en la hoguera acusados de envenenar los pozos de la ciudad para acabar con la vida los cristianos


la Europa del siglo XIV se vio asolada por innumerables plagas, a cuál más mortífera, y por terribles guerras que recorrieron prácticamente todo el continente. En ese período, hacia el año 1347, sucedió algo que acabaría teniendo un alcance y una importancia excepcionales. Nos estamos refiriendo a las matanzas de judíos, un fenómeno muy habitual durante toda la Edad Media europea. La terrible peste que asoló Europa a partir de 1348, incrementaría aún más este tipo de actuaciones. Por ejemplo, el 9 de enero de 1349, la práctica totalidad de la población judía de Basilea fue masacrada, acusada de ser la causante de la plaga que se cernió sobre la ciudad. También en Alemania, Suiza y Francia se acusó a la población judía de envenenar la fuentes de agua y causar una gran mortandad entre los cristianos. Una de esas localidades fue Estrasburgo, en la actual Francia, donde el 14 de febrero de aquel mismo año marcaría un antes y un después para los judíos de la ciudad.

PESTE: EL MAL DEL ESTE
Corría el año 1349 y la peste extendía su manto de muerte y destrucción por toda Europa, exterminando a comunidades enteras. Entre los años 1347 y 1352, esta plaga mató a millones de personas. El historiador noruego Ole J. Benedictow estima que el 60% de la población europea sucumbió a causa de la terrible enfermedad. Hay sobrecogedores testimonios, por ejemplo, de la ciudad italiana de Florencia, donde "todos los ciudadanos hicieron poco más que llevar los cadáveres para ser enterrados [...]. En cada iglesia cavaron profundas fosas hasta el nivel freático; y así los pobres que morían durante la noche eran atados rápidamente y arrojados a la fosa". Causada por una bacteria llamada Yersinia Pestis, la peste bubónica, llamada así por la inflamación de las ganglios linfáticos que produce en sus víctimas, la transmiten las pulgas que portan las ratas, un animal muy abundante en las ciudades medievales.


Entre los años 1347 y 1352, la peste mató a millones de personas. El historiador noruego Ole J. Benedictow estima que el 60% de la población europea sucumbió a causa de la terrible enfermedad.


Detalle del óleo El triunfo de la muerte, del pintor belga Peter Brueghel el Viejo. Museo del Prado, Madrid.

Los orígenes de la peste bubónica o peste negra hay que buscarlos en Asia Central,desde donde llegaría al continente europeo. De hecho, el primer gran brote de peste que se desató en Europa tuvo lugar en la ciudad italiana de Mesina en el año 1347, y se extendió rápidamente por todas partes. Cuando la epidemia barrió el continente, la gente, aterrorizada, empezó a buscar al culpable de aquella desgracia, un "cabeza de turco" a quien cargar con las culpas. En aquella época, los judíos europeos, obligados a vivir hacinados en barrios superpoblados, también sufrían el azote de la peste negra, como sus vecinos cristianos, aunque con menos intensidad. Tal vez la moral judaica, que prohibía los excesos y obligaba a sus fieles a practicar abluciones y baños rituales de purificación, contribuyó a frenar la transmisión de la enfermedad.

EL JUDÍO, CULPABLE IDEAL
Así, los judíos europeos resultaron ser el chivo expiatorio perfecto y fueron acusados de propagar deliberadamente la enfermedad como modo de acabar con los cristianos. El historiador alemán Heinrich Graetz describe con precisión la atmósfera que se vivía en aquella época en Europa en su Historia de los Judíos: "Surgió la sospecha de que los judíos habían envenenado los arroyos y pozos, e incluso el aire, para aniquilar de un solo golpe a los cristianos de todos los países". De este modo, las comunidades judías fueron atacadas indiscriminadamente y de las aproximadamente 363 comunidades existentes en Europa en aquel momento, más de la mitad fueron asaltadas por turbas de exaltados que los culpaban de propagar la plaga. Por toda Europa se produjeron ataques: España, Italia, Francia, Países Bajos y Alemania persiguieron y asesinaron a los judíos de sus ciudades.

Las comunidades judías fueron atacadas indiscriminadamente y de las aproximadamente 363 comunidades existentes en Europa en aquel momento, más de la mitad fueron asaltadas por turbas de exaltados que los culpaban de ser los causantes de propagar la plaga.


Detalle del cuadro El triunfo de la muerte pintado en 1562 por Pieter Brueghel el Viejo.

Miniatura de la Biblia de Toggenburg, realizada en el año 1411, que muestra a dos víctimas de la peste cubiertos de bubones.

Para echar más leña al fuego, Carlos IV, emperador del Sacro Imperio, promulgó un edicto por el cual todas las propiedades de los judíos asesinados por su supuesta implicación en la propagación de la plaga podían ser confiscadas por sus vecinos cristianos con total impunidad. Aquel edicto incendió aún más las calles, y las muertes de judíos se multiplicaron exponencialmente. En 1349, un grupo de señores feudales de Alsacia se reunió en la ciudad de Benfeld donde se firmó el llamado Decreto de Benfeld por el que se acusaba formalmente a los judíos de ser los causantes de la peste. También se les culpaba de asesinato y se pedía su inmediata expulsión de todas las ciudades. Pero Estrasburgo en un principio se resistió a aplicar dicho decreto para proteger a su comunidad judía, muy numerosa.

CRÍMENES Y SAQUEOS
A principios de 1349, la peste aún no había llegado a Estasburgo, pero sus habitantes esperaban temerosos que la letal enfermedad atacara en cualquier momento. El obispo de la ciudad, Berthold III, empezó a pronunciar airadas diatribas contra los judíos, que llegaron hasta los funcionaros de la ciudad, quienes en un principio hicieron oídos sordos. Finalmente, el 10 de febrero de 1349, una turba descontrolada derrocó al gobierno municipal e instituyó lo que bautizaron como "gobierno del pueblo", formado por miembros de los gremios locales y financiado por los nobles locales que esperaban quedarse con las posesiones de los judíos una vez estos fueran expulsados. Así las cosas, el viernes 13 de febrero de 1349 la suerte estaba echada para los judíos de Estrasburgo. Las familias se estaban preparando para celebrar el shabat cuando un grupo de hombres enardecidos los sacó a todos de sus casas con violencia y los encarcelaron bajo la acusación de asesinato. Los desconcertados judíos veían desde su encierro cómo se estaban levantando las piras donde, presumiblemente, iban a ser quemados si no, tal como les informaron, renegaban de su fe y se convertían al cristianismo.


Las familias se estaban preparando para celebrar el shabat cuando un grupo de hombres enardecidos los sacó a todos de sus casas violentamente y fueron encarcelaron bajo la acusación de asesinato.


El triunfo de la muerte, fresco en el palacio Abatellis de Palermo realizado en 1446 por un autor anónimo.


Miniatura del pintor Pierart dou Tielt en la que se muestra a la población de la ciudad de Tournai enterrando a las víctimas de la peste negra.

Con las primera luces del día de San Valentin, el 14 de febrero, una impaciente multitud se agolpaba en la plaza de la ciudad para presenciar las ejecuciones.En los calabozos, los niños más pequeños fueron arrancados de los brazos de sus padres para ser bautizados y criados como "auténticos cristianos". Al resto, si no se convertían, solo les esperaba la hoguera. Un cronista local llamado Jakob Twinger von Konigshofen describió de este modo la aterradora escena: "Quemaron a los judíos en una plataforma de madera en su cementerio. Había unos dos mil de ellos". Aquel acto de fe llevó horas, y, cuando terminó, la turba exaltada se lanzó sobre las cenizas aún humeantes para llevarse todo lo que hubiera quedado de valor tras la quema.

En la misma crónica, Von Konigshofen destaca que todo aquel horror respondía a una simple motivación económica: "Todo lo que se debía a los judíos fue cancelado [...]. El consejo tomó el dinero que los judíos poseían y lo dividió entre los trabajadores proporcionalmente. El dinero fue, en efecto, lo que mató a los judíos. Si hubieran sido pobres y si los señores feudales no hubieran estado endeudados, no habrían sido quemados". Aquellos terribles actos no solamente no tuvieron consecuencias, sino que, unos meses después, el propio emperador Carlos IV perdonó de manera oficial a toda la ciudadanía de Estrasburgo por la muerte de los judíos, así como por robar su dinero y quedarse con sus bienes.Al final, aquella terrible matanza, como tantas otras, caería en el olvido...
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#40
El extraño caso del "niño de bengala" que tenía dos cabezas
En el siglo XVIII nació en India un niño que no solo tenía dos cabezas, sino que cada una pensaba y sentía de modo independiente. Se trata del único caso conocido de un individuo que sobrevivió con craniopagus parasiticus, una malformación extremadamente rara.


En 1783, en una remota aldea de Bengala (India), nació un niño con dos cabezas, la segunda de las cuales crecía bocabajo sobre la primera. Padecía craniopagus parasiticus, una malformación extremadamente rara de la que, estadísticamente, se han documentado entre 2 y 3 casos por cada 5 millones de nacimientos. Lo más extraordinario del caso es que se trata del único individuo conocido que ha sobrevivido con dicha malformación.

¿MONSTRUOSA CURIOSIDAD O DIVINIDAD?
El niño, cuyo nombre se desconoce si es que alguna vez lo tuvo, llevó una vida más propia de una curiosidad de circo que de una persona. Para empezar, estuvo a punto de no vivir mucho: la matrona que asistió al parto, horrorizada al ver a la criatura con dos cabezas, la arrojó de inmediato al fuego, pero fue rescatada enseguida. La segunda cabeza sufrió quemaduras y le quedó una cicatriz en una oreja.

Los padres, que eran pobres, enseguida vieron que ese niño podía darles mucho dinero. Se mudaron a Calcuta, donde cobraban a la gente por ver y tocar al bebé, que era visto por algunos como una monstruosa curiosidad de la naturaleza y por otros como la encarnación de una divinidad hindú. La fama que alcanzó fue tan grande que los pudientes llegaban a pagar por exhibiciones privadas en sus casas, donde podían examinarlo ya fuese por interés científico o por mera curiosidad morbosa. Varios se ofrecieron incluso a comprárselo, pero los padres se negaron.

El niño vivió, si es que se puede decir así, hasta los 4 años, cuando murió a causa del mordisco de una cobra. Médicos y coleccionistas ofrecieron grandes sumas de dinero para quedarse con el cuerpo, pero los padres eran muy religiosos y decidieron enterrarlo. Esto no impidió que un agente comercial británico con pocos escrúpulos desenterrase el cadáver y lo examinase. Regaló el cráneo a un capitán de la Compañía de las Indias Orientales y este, a su vez, lo entregó a Everard Home, cirujano y coleccionista de curiosidades. Hoy en día el cráneo se exhibe en la colección del Museo Hunterian de Glasgow.


Craneo del "niño de Bengala", conservado en el Museo Hunterian.
Museo Hunterian

DOS CABEZAS INDEPENDIENTES
Cuando el doctor Home diseccionó el cadáver del niño, se quedó sorprendido al comprobar que cada cabeza tenía un cerebro completo. Los cráneos estaban unidos por la coronilla, faltándoles el hueso parietal. La segunda cabeza era parcialmente funcional: tenía la mandíbula pequeña y bajo ella empezaba a formarse lo que debería haber sido el cuello, en el cual encontró unas masas que deberían haber sido los pulmones y el corazón.


Home recogió testimonios de personas que habían visto al niño en vida, entre las cuales se encontraban algunos médicos británicos residentes en la India. Según estos testimonios, la segunda cabeza reaccionaba a los estímulos de forma independiente a la primera: cuando el niño lloraba o reía, la segunda cabeza no siempre hacía lo mismo; ambas pedían de mamar por separado; y podían dormirse o despertarse individualmente. Pero lo más inquietante es que la segunda cabeza dormía con los ojos abiertos, lo cual según los médicos se debía a que estos no reaccionaban a la luz.

El doctor Hope hizo público el caso del "niño de Bengala" en 1790 y acompañó su estudio con dibujos y descripciones detalladas. Se trató del primer caso conocido de una malformación que hoy se conoce como craniopagus parasiticus.

Niño con dos cabezas dibujo médico 2
Ilustración de "An Account of a Child with a Double Head", de Everard Home.

UNA DE LAS MALFORMACIONES MÁS RARAS QUE EXISTEN
Craniopagus parasiticus es una malformación derivada de la separación fallida de dos embriones que habrían debido convertirse en gemelos. El proceso de división del óvulo fecundado no llega a completarse y los dos fetos se desarrollan pegados, pero uno de ellos solo llega a desarrollar la cabeza, que queda pegada al cráneo del feto "huésped". Se trata de una malformación extremadamente rara: estadísticamente se dan 2 o 3 casos entre 5 millones de bebés.

En toda la historia se han documentado alrededor de una docena de casos, el último de ellos en 2021. De estos, solo cuatro han sobrevivido al nacimiento, mientras que los demás nacieron muertos o murieron a las pocas horas. El primero y más notable fue el niño de Bengala, que al sobrevivir hasta los cuatro años permitió además observar que la cabeza "parásita" era independiente de la "huésped".

Los otros casos conocidos se han dado en el siglo XXI. En los dos primeros, se procedió por recomendación médica a sacrificar la cabeza "parásita" y extirpar el segundo cráneo: el primero de ellos, una niña dominicana nacida en 2003, no sobrevivió a la operación; el segundo, una niña egipcia nacida en 2004, sí sobrevivió pero murió catorce meses después de la operación, pocos días antes de cumplir dos años, debido a una infección del cerebro. El caso más reciente, un bebé nacido en Rumanía en 2021, murió pocas horas después del parto.

La operación es extremadamente arriesgada porque las arterias de los cerebros están tan mezcladas que resulta muy difícil controlar la hemorragia. Algunos doctores han sugerido que cortar el suministro de oxígeno a la cabeza "parásita" – sacrificándola antes de extirparla – puede aumentar las posibilidades de supervivencia de la otra.
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Los otros estragos de la peste negra: la caza de judíos en estrasburgo en 1349
Con la excusa del avance de la peste, dos mil judíos fueron quemados en la hoguera acusados de envenenar los pozos de la ciudad para acabar con la vida los cristianos

La Europa del siglo XIV se vio asolada por innumerables plagas, a cuál más mortífera, y por terribles guerras que recorrieron prácticamente todo el continente. En ese período, hacia el año 1347, sucedió algo que acabaría teniendo un alcance y una importancia excepcionales. Nos estamos refiriendo a las matanzas de judíos, un fenómeno muy habitual durante toda la Edad Media europea. La terrible peste que asoló Europa a partir de 1348, incrementaría aún más este tipo de actuaciones. Por ejemplo, el 9 de enero de 1349, la práctica totalidad de la población judía de Basilea fue masacrada, acusada de ser la causante de la plaga que se cernió sobre la ciudad. También en Alemania, Suiza y Francia se acusó a la población judía de envenenar la fuentes de agua y causar una gran mortandad entre los cristianos. Una de esas localidades fue Estrasburgo, en la actual Francia, donde el 14 de febrero de aquel mismo año marcaría un antes y un después para los judíos de la ciudad.

PESTE: EL MAL DEL ESTE
Corría el año 1349 y la peste extendía su manto de muerte y destrucción por toda Europa, exterminando a comunidades enteras. Entre los años 1347 y 1352, esta plaga mató a millones de personas. El historiador noruego Ole J. Benedictow estima que el 60% de la población europea sucumbió a causa de la terrible enfermedad. Hay sobrecogedores testimonios, por ejemplo, de la ciudad italiana de Florencia, donde "todos los ciudadanos hicieron poco más que llevar los cadáveres para ser enterrados [...]. En cada iglesia cavaron profundas fosas hasta el nivel freático; y así los pobres que morían durante la noche eran atados rápidamente y arrojados a la fosa". Causada por una bacteria llamada Yersinia Pestis, la peste bubónica, llamada así por la inflamación de las ganglios linfáticos que produce en sus víctimas, la transmiten las pulgas que portan las ratas, un animal muy abundante en las ciudades medievales.


Entre los años 1347 y 1352, la peste mató a millones de personas. El historiador noruego Ole J. Benedictow estima que el 60% de la población europea sucumbió a causa de la terrible enfermedad.


Detalle del óleo El triunfo de la muerte, del pintor belga Peter Brueghel el Viejo. Museo del Prado, Madrid.

Los orígenes de la peste bubónica o peste negra hay que buscarlos en Asia Central,desde donde llegaría al continente europeo. De hecho, el primer gran brote de peste que se desató en Europa tuvo lugar en la ciudad italiana de Mesina en el año 1347, y se extendió rápidamente por todas partes. Cuando la epidemia barrió el continente, la gente, aterrorizada, empezó a buscar al culpable de aquella desgracia, un "cabeza de turco" a quien cargar con las culpas. En aquella época, los judíos europeos, obligados a vivir hacinados en barrios superpoblados, también sufrían el azote de la peste negra, como sus vecinos cristianos, aunque con menos intensidad. Tal vez la moral judaica, que prohibía los excesos y obligaba a sus fieles a practicar abluciones y baños rituales de purificación, contribuyó a frenar la transmisión de la enfermedad.

EL JUDÍO, CULPABLE IDEAL
Así, los judíos europeos resultaron ser el chivo expiatorio perfecto y fueron acusados de propagar deliberadamente la enfermedad como modo de acabar con los cristianos. El historiador alemán Heinrich Graetz describe con precisión la atmósfera que se vivía en aquella época en Europa en su Historia de los Judíos: "Surgió la sospecha de que los judíos habían envenenado los arroyos y pozos, e incluso el aire, para aniquilar de un solo golpe a los cristianos de todos los países". De este modo, las comunidades judías fueron atacadas indiscriminadamente y de las aproximadamente 363 comunidades existentes en Europa en aquel momento, más de la mitad fueron asaltadas por turbas de exaltados que los culpaban de propagar la plaga. Por toda Europa se produjeron ataques: España, Italia, Francia, Países Bajos y Alemania persiguieron y asesinaron a los judíos de sus ciudades.

Las comunidades judías fueron atacadas indiscriminadamente y de las aproximadamente 363 comunidades existentes en Europa en aquel momento, más de la mitad fueron asaltadas por turbas de exaltados que los culpaban de ser los causantes de propagar la plaga.


Detalle del cuadro El triunfo de la muerte pintado en 1562 por Pieter Brueghel el Viejo.


Miniatura de la Biblia de Toggenburg, realizada en el año 1411, que muestra a dos víctimas de la peste cubiertos de bubones.

Para echar más leña al fuego, Carlos IV, emperador del Sacro Imperio, promulgó un edicto por el cual todas las propiedades de los judíos asesinados por su supuesta implicación en la propagación de la plaga podían ser confiscadas por sus vecinos cristianos con total impunidad. Aquel edicto incendió aún más las calles, y las muertes de judíos se multiplicaron exponencialmente. En 1349, un grupo de señores feudales de Alsacia se reunió en la ciudad de Benfeld donde se firmó el llamado Decreto de Benfeld por el que se acusaba formalmente a los judíos de ser los causantes de la peste. También se les culpaba de asesinato y se pedía su inmediata expulsión de todas las ciudades. Pero Estrasburgo en un principio se resistió a aplicar dicho decreto para proteger a su comunidad judía, muy numerosa.

CRÍMENES Y SAQUEOS
A principios de 1349, la peste aún no había llegado a Estasburgo, pero sus habitantes esperaban temerosos que la letal enfermedad atacara en cualquier momento. El obispo de la ciudad, Berthold III, empezó a pronunciar airadas diatribas contra los judíos, que llegaron hasta los funcionaros de la ciudad, quienes en un principio hicieron oídos sordos. Finalmente, el 10 de febrero de 1349, una turba descontrolada derrocó al gobierno municipal e instituyó lo que bautizaron como "gobierno del pueblo", formado por miembros de los gremios locales y financiado por los nobles locales que esperaban quedarse con las posesiones de los judíos una vez estos fueran expulsados. Así las cosas, el viernes 13 de febrero de 1349 la suerte estaba echada para los judíos de Estrasburgo. Las familias se estaban preparando para celebrar el shabat cuando un grupo de hombres enardecidos los sacó a todos de sus casas con violencia y los encarcelaron bajo la acusación de asesinato. Los desconcertados judíos veían desde su encierro cómo se estaban levantando las piras donde, presumiblemente, iban a ser quemados si no, tal como les informaron, renegaban de su fe y se convertían al cristianismo.

Las familias se estaban preparando para celebrar el shabat cuando un grupo de hombres enardecidos los sacó a todos de sus casas violentamente y fueron encarcelaron bajo la acusación de asesinato.


El triunfo de la muerte, fresco en el palacio Abatellis de Palermo realizado en 1446 por un autor anónimo.


Miniatura del pintor Pierart dou Tielt en la que se muestra a la población de la ciudad de Tournai enterrando a las víctimas de la peste negra.

Con las primera luces del día de San Valentin, el 14 de febrero, una impaciente multitud se agolpaba en la plaza de la ciudad para presenciar las ejecuciones.En los calabozos, los niños más pequeños fueron arrancados de los brazos de sus padres para ser bautizados y criados como "auténticos cristianos". Al resto, si no se convertían, solo les esperaba la hoguera. Un cronista local llamado Jakob Twinger von Konigshofen describió de este modo la aterradora escena: "Quemaron a los judíos en una plataforma de madera en su cementerio. Había unos dos mil de ellos". Aquel acto de fe llevó horas, y, cuando terminó, la turba exaltada se lanzó sobre las cenizas aún humeantes para llevarse todo lo que hubiera quedado de valor tras la quema.

En la misma crónica, Von Konigshofen destaca que todo aquel horror respondía a una simple motivación económica: "Todo lo que se debía a los judíos fue cancelado [...]. El consejo tomó el dinero que los judíos poseían y lo dividió entre los trabajadores proporcionalmente. El dinero fue, en efecto, lo que mató a los judíos. Si hubieran sido pobres y si los señores feudales no hubieran estado endeudados, no habrían sido quemados". Aquellos terribles actos no solamente no tuvieron consecuencias, sino que, unos meses después, el propio emperador Carlos IV perdonó de manera oficial a toda la ciudadanía de Estrasburgo por la muerte de los judíos, así como por robar su dinero y quedarse con sus bienes.Al final, aquella terrible matanza, como tantas otras, caería en el olvido...
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Los gabinetes de curiosidades, un mundo mágico y misterioso
Surgidos durante el Renacimiento, justo cuando se ponía el énfasis en la búsqueda del conocimiento y en los descubrimientos, los llamados gabinetes de curiosidades, reunidos por burgueses, nobles y reyes, se convirtieron en lugares donde admirar desde animales exóticos a antiguas piezas arqueológicas, autómatas o incluso las mejores obras de arte. En la actualidad, su herencia sigue vigente en los actuales museos de historia natural de todo el mundo.

Presentación del gabinete de arte de Pomerania, obra del artista alemán Anton Mozart. Museo de Artes Decorativas, Berlín.


A lo largo del Renacimiento, en pleno apogeo de las humanidades, empezaron a proliferar por toda Europa los llamados "cuartos de maravillas", también conocidos como Cabinets de Curiosités en Francia, Wunderkammern en Alemania y Austria, Cabinets of Curiosities o Wonder Chambers en Inglaterra y Kunstkammer en Dinamarca. En España se los llamaba generalmente "gabinete de curiosidades", o también "gabinete de arte y maravilla" o "sala de rarezas". De hecho, estos gabinetes eran unas estancias donde, en su afán por superarse unos a otros, los nobles y burgueses europeos de los siglos XVI, XVII y XVIII coleccionaban y exponían infinidad de objetos exóticos llegados de todos los rincones del mundo.

Antecesoras de los actuales museos de historia natural, en aquellas singulares  y exclusivas salas podían contemplarse objetos extraños, muchos de los cuales presentaban unas indudables connotaciones religiosas y mágicas, cosas tan sorprendentes como viales con sangre de dragón, cuernos de unicornio, corderos tártaros (Agnus scythicus), una planta con forma de cordero originaria de Asia Central, o raíces de Baara (una raíz que, como la legendaria mandrágora, tenía forma humana y propiedades mágicas).


Gabinete de un particular, cuadro pintado por el artista flamenco Frans Francken el Joven en 1625. Museo de Historia del Arte, Viena.

UNA NUEVA VISIÓN DEL CONOCIMIENTO
Así, a diferencia de las colecciones medievales, que lo que pretendían era ensalzar el poder económico, aunque también religioso y mágico, de su poseedor, lo que pretendían los nuevos gabinetes de curiosidades era sumergir al espectador en una especie de microcosmos que englobaba todo lo que se conocía hasta el momento. En realidad constituían una especie de "enciclopedia" cuyo principal propósito era reunir y difundir el conocimiento y el saber que se había logrado acumular hasta entonces.

Los nuevos gabinetes de curiosidades pretendían sumergir al espectador en un micrcosmos que englobaba todo lo que se conocía hasta el momento.


Ca´mara de arte y curiosidades, cuadro pintando por el artista flamenco Frans Francken el joven en 1636. Museo de Historia del Arte, Viena.

De hecho, los nuevos gabinetes de curiosidades se convirtieron en un puente entre lo natural y lo artificial, y en ellos se incluían cuatro grandes categorías: Naturalia (la parte que abarcaba diversos objetos naturales, tanto minerales como animales y vegetales), Artificialia (que incluía obras de arte, antigüedades y todo tipo de aartefactos fabricados o modificados por el hombre), Exótica (plantas, animales, piedras y demás especímenes exóticos) y Scientifica, que agrupaba los instrumentos científicos, autómatas o dispositivos ópticos como los zograscopios (un dispositivo óptico que sirve para mejorar la sensación de percepción de profundidad obtenida a partir de una imagen plana).

PRECEDENTES DE LA EDAD MODERNA
Como hemos apuntado, tanto burgueses como nobles y reyes competían en poseer el "contenedor de maravillas" más completo y extraordinario. Los de algunos monarcas fueron de una gran complejidad, como el reunido por el emperador Rodolfo II de Habsburgo, uno de los más famosos; también destaca la Cámara de Arte y Curiosidades del castillo de Ambras, construida por el archiduque Fernando II de Austria, o el Kunstkamer, un colosal museo de curiosidades naturales creado por el zar Pedro I el Grande en San Petersburgo entre 1719 y 1727.

Otros muy destacables son el del anticuario y alquimista inglés Elias Ashmole, que acabó donando a la  Universidad de Oxford en 1677, o algunos creados por ricos burgueses durante el siglo XVII, como el del mercader alemán Johann Dimpfel, de Ratisbona, o el que reunió la familia barcelonesa Salvador en la trastienda de su botica barcelonesa. Aunque, sin lugar a dudas, de todos ellos el más más famoso tal vez sea el reunido por el jesuita alemán Athanasius Kircher.

Entre estos "contenedores de maravillas" destacan el del emperador Rodolfo II de Habsburgo y la Cámara de Arte y Curiosidades del castillo de Ambras.


Retrato de Athanasius Kircher pintado por el artista holandés Cornelis Bloemaert. Museo Nacional Germánico, Núremberg.

Conocido como Theatrum Mundi, el gabinete de curiosidades de Athanasius Kircher constituyó el precedente de las colecciones científicas que vendrían después. Ubicado en las instalaciones del Colegio Romano, su gabinete se enriqueció con artículos de gran valor etnoantropológico y de lo más variados: objetos arqueológicos, mapas topográficos, instrumentos musicales e incluso una colección de conchas que inspirará al mismísimo Borromini la creación de la cúpula de la iglesia de Sant'Ivo alla Sapienza, en Roma.

Asimismo, el gabinete del jesuita incluía máquinas, autómatas y diversos experimentos llevados a cabo por el propio Kircher en diversas disciplinas: óptica, química, magnetismo o acústica. En otro orden de cosas, el gabinete de Kircher también trazaría una línea entre el pueblo llano (iletrado) y los eruditos, que, según el sentir de la época, eran quienes estaban realmente capacitados para comprender el funcionamiento de todas aquellas máquinas, ya que constituían la "élite de la cultura".

OBJETOS DE TODO TIPO
Muchos de estos gabinetes eran en sí mismos un espejo del carácter de su propietario, tanto en lo que concernía a su contenido como en la decoración de la propia estancia. Por ejemplo, a finales del siglo XVI, el estrecho estudio de Francisco I de Médicis en el Palazzo Vecchio de Florencia contenía aproximadamente veinte armarios situados en el centro de la sala con un escritorio y una silla, mientras que las paredes y el techo estaban decorados con pinturas de tema religioso, mitológico y científico, todo ello relacionado con el innegable gusto por la mitología y la alquimia de Francisco.

Por su parte, en el caso del científico italiano Ulisse Aldrovandi, su gabinete constituyó un auténtico aparador de su obra más importante, Monstrorum Historia, un libro a medio camino entre los bestiarios medievales y los modernos tratados de teratología (disciplina científica que, dentro de la zoología, estudia a las criaturas que no entran dentro de la normalidad). Aldrovani incluyó en él ilustraciones que abarcaban desde deformidades reales a auténticas quimeras.

Muchos de estos gabinetes eran en sí mismos un espejo del carácter de su propietario.


Retrato de Rodolfo II en traje de Vertumno, cuadro pintando por Arcimboldo en 1591. Castillo Skokloster, Estocolmo.

Pero si hay dos colecciones que destacan por su originalidad y complejidad son las ya mencionadas del emperador Rodolfo II en Praga y de Fernando II del Tirol, tío del anterior, en el castillo de Ambras, en Innsbruck. En el caso de Rodolfo II, llamado el "emperador alquimista" por su pasión por esta disciplina, solo unos pocos elegidos podían tener el honor de acceder a su "cámara de las maravillas". Rodolfo llegó a acumular todo tipo de artefactos relacionados con el mundo de la magia y la adivinación, joyas de incalculable valor, raíces de mandrágora, extraños artilugios que perseguían el movimiento perpetuo, esculturas, bronces y pinturas de grandes artistas, como Tiziano, Rafael, Durero o Arcimboldo. Esta impresionante colección puede verse hoy en día en el el Museo de Historia del Arte de Viena.

ANTECESORES DE LOS MUSEOS
Por su parte, la colección del archiduque Fernando II fue una de las más interesantes. En torno al Ferdinandeum, el actual Museo Estatal del Tirol, Fernando formó una de las bibliotecas más importantes de su época: contenía 4.000 libros encuadernados en piel, además de una impresionante colección de objetos, dividida en dieciséis grandes armarios de madera noble, que se guardaba en cajas ordenadas por colores según su contenido. Junto a una espectacular sección de "monstruosidades" se exhibía también el famoso e inquietante retrato de Vlad Tepes, el tenebroso príncipe de Valaquia que inspiró al escritor irlandés Bram Stoker para escribir su famosa obra Drácula. Actualmente, la pintura se expone en el castillo de Ambas, en Innsbruck.

La del archiduque Fernando II del Tirol fue una de las colecciones más interesantes e importantes de su época.

Retrato de Vlad III realizado por un artista anónimo. Copia de un original expuesto en la Cámara de Arte y Curiosidades del Palacio de Ambras, Innsbruck.

A lo largo de los siglos XVIII y XIX, muchos de estos gabinetes de curiosidades fueron reconvertidos en museos. Este sería el caso, por ejemplo, del Real Gabinete de Historia Natural en Madrid, convertido en 1818 en el Real Museo de Ciencias Naturales (el actual Museo Nacional de Ciencias Naturales). Asimismo, en París se conservan cinco estanterías de lo que había sido el gabinete de curiosidades del financiero y coleccionista francés Joseph Bonnier de la Mosson, que actualmente se conservan en el Museo Nacional de Historia Natural de Francia, en París y que hoy en día se exponen a los "curiosos" de manera gratuita. De hecho, estas nuevas instituciones públicas, los museos, marcaron el inicio de la democratización del conocimiento. Y aunque la institucionalización de las colecciones terminaría por hacer desaparecer los gabinetes de curiosidades como tales, no cabe duda de que su legado aún sigue vigente.
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El verdadero Robinson Crusoe
En el siglo XVIII, Alexander Selkirk pasó cuatro años solo en una isla en medio del Pacífico. Su historia pudo inspirar a Daniel Defoe para escribir su novela sobre el célebre náufrago.


muchos de nosotros hemos leído en nuestra infancia o adolescencia las aventuras de Robinson Crusoe, el famoso náufrago creado por el escritor británico Daniel Defoe. Pero la mayoría desconoce la verdadera historia en la que tal vez se basó el autor inglés para escribir una de las novelas más emblemáticas de la literatura de aventuras. Y es que, al parecer, la historia de Crusoe se inspira en las vivencias de un marino escocés que sí existió en realidad, llamado Alexander Selkirk.

DE OFICIO, PIRATA
Alexander Selkirk nació en 1676 en la localidad escocesa de Lower Largo, un pequeño pueblo pesquero situado en la región de Fife, a orillas del mar del Norte. Se sabe muy poco de su juventud, tan solo que era el séptimo hijo de un zapatero que a los diecisiete años tuvo que hacerse a la mar tras ser acusado de conducta inmoral durante una misa. En sus primeros años como marino sirvió en diversos barcos corsarios. Sus viajes lo llevaron hasta el Pacífico durante la guerra de Sucesión española. El 11 de septiembre de 1703, Selkirk se unió a la expedición comandada por el capitán William Dampier, quien a veces actuaba como bucanero y corsario, a bordo de la nave Cinque Ports,capitaneada por el teniente Thomas Stradling.


Este óleo de Jean-Antoine Gudin representa el abordaje de un navío español frente a la costa de las Bahamas. Los piratas y corsarios fueron una de las grandes amenazas que enfrentó el Imperio español en sus dominios caribeños durante el siglo XVIII.


Sus primeros años como marino sirvió en diversos barcos corsarios que lo llevaron hasta el Pacífico durante la guerra de Sucesión española.

La tripulación del Cinque Ports saqueó el puerto de Santa María, en Panamá, y tras ello la nave puso rumbo al archipiélago de Juan Fernández, situado a 600 kilómetros de Chile, donde fondeó en una isla llamada Más a Tierra. Allí se desató una discusión entre el propio Selkirk y Thomas Stradling. Selkirk afirmaba que la nave necesitaba una buena reparación antes de continuar el viaje, mientras que Stradling opinaba que no era necesario. Convencido de que el barco corría un grave peligro de hundirse, Selkirk pidió quedarse en tierra firme, a pesar de que el lugar era una isla desierta. Stradling no intentó persuadirlo.Pidió a la tripulación que proveyera a Selkirk con algunos elementos básicos para su supervivencia (un mosquete, pólvora, un cuchillo, un hacha, unas manta y una Biblia), y ordenó dejarlo en tierra.

EN COMPLETA SOLEDAD
Durante los cuatro años que Selkirk pasó solo en la isla, se alimentó básicamente de pescado y de la carne y la leche de las cabras que vivían en libertad en el interior de la isla. Con las herramientas que le dejaron, Selkirk construyó dos cabañas y confeccionaba su propia ropa con la piel de los animales que cazaba. En la isla, Selkirk tuvo que enfrentarse a muchas situaciones peligrosas, entre ellas, y no la menor, la presencia de los barcos españoles que fondeaban allí. Una vez no pudo evitar ser descubierto y fue perseguido, aunque logró escapar. Si hubiera sido capturado por los españoles muy posiblemente hubiera sido condenado a muerte por su condición de corsario escocés.

Durante los cuatro años que Selkirk pasó solo en la isla, se alimentó básicamente de pescado y de la carne y la leche de las cabras que vivían en libertad en el interior de la isla.

Cuatro años después, el 2 de febrero de 1709, llegaron a la isla dos fragatas, la Duke y la Duchess, al mando del futuro gobernador de las Bahamas, Woodes Rogers. El piloto era un antiguo conocido de Selkirk, William Dampier. Cuando las fragatas atracaron en el archipiélago de Juan Fernández para aprovisionarse, vieron con asombro que venía a recibirles un hombre que vestía pieles de cabra y al cual le costaba mucho expresarse. Selkirk se dio a conocer, y le informaron de que el Cinque Ports había naufragado y los supervivientes, entre los que se encontraba el capitán Stradling, habían sido capturados y hechos prisioneros por los españoles. Un sorprendido Rogers declaró: "Uno puede ver que la soledad y el retiro del mundo no es un estado de vida tan insufrible como la mayoría de los hombres. imagínense, especialmente cuando a la gente se la llama justamente o se la lanza inevitablemente, como lo fue este hombre ".

Ilustración de la nave escocesa Duke que en 1709 llegó a la isla Juan Fernández encontrando a Alexander Selkirk tras cuatro años de absoluta soledad.


Selkirk fue rescatado y retomó su antiguo "oficio" de corsario a las órdenes de Woodes Rogers. Uno de sus "golpes" más sonados lo dio en Guayaquil (Ecuador), cuando se hizo con el oro y las joyas que varias mujeres adineradas escondían entre sus ropas mientras intentaban escapar de la ciudad sitiada. Selkirk también participó en la captura del galeón español Nuestra Señora de la Encarnación y Desengaño, al cual renombraron como Bachelor. Actuó como maestro de navegación de este galeón al mando del capitán Thomas Dover. A bordo del Duke, Selkirk logró asimismo completar un viaje alrededor del mundo a través del cabo de Buena Esperanza.


¿REALIDAD O FICCIÓN?
La increíble historia de Willam Selkirk corrió como la pólvora y llegó a oídos del escritor Daniel Defoe. En 1719, Defoe publicó La vida y las sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe, novela que fue recibida con gran entusiasmo por el público. Pero ¿realmente se basó Defoe en la vida de Selkirk para escribir su novela? Una de las mayores expertas en literatura inglesa del siglo XVIII, Paula Backscheider, profesora de la Universidad de Auburn y autora del libro Daniel Defoe: His Life (Daniel Defoe: su vida) no lo cree así. En su obra, la autora considera que es incorrecto considerar a Selkirk como una de las fuentes principales de Robinson Crusoe. De hecho, Backscheider afirma que existen diferencias entre los casos de ambos personajes:Selkirk vivió en una isla localizada en un archipiélago del Pacífico y Defoe sitúa la isla donde naufraga el protagonista de su novela en el Caribe. En Robinson Crusoe, el protagonista permanece en la isla veintiocho años y no totalmente solo, sino en compañía de un indígena al que llamará Viernes. Selkirk, por su parte, permaneció cuatro años en su isla en absoluta soledad. Además, Selkirk decide quedarse en la isla por voluntad propia, y el protagonista de Defoe es un náufrago.


Sea como fuere, el 13 de diciembre de 1721, William Selkirk, el "Robinson Crusoe" de la vida real, murió víctima de la fiebre amarilla mientras llevaba a cabo una patrulla contra los piratasa bordo del HMS Weymouth. Su cuerpo, como marcaba la tradición marinera, fue lanzado al océano.

En 1966, y como homenaje a esta increíble historia, el gobierno chileno rebautizó la isla Más a Tierra como isla Robinson Crusoe y a la isla vecina como isla de Alexander Selkirk (a pesar de que que ésta nunca fuera visitada por el marino escocés). En febrero de 2005 tuvo lugar una excavación arqueológica en la isla Robinson Crusoe,cerca del Mirador de Selkirk, lugar donde se cree que vivió el famoso náufrago. Allí se localizóparte de un instrumento náutico datado a finales del siglo XVII o principios del XVIII. Tal vez constituyó una de las pocas pertenencias que los hombres del Cinque Ports dejaron a Selkirk cuando se hicieron a la mar y lo dejaron allí...
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No, ningún papa ordenó exterminar a los gatos en la edad media
Un bulo popular afirma que la peste negra se debió en parte al exterminio de gatos promovido por la Iglesia, pero dicha persecución nunca sucedió.

Entre los muchos mitos sobre la Edad Media, uno de los más populares es el que afirma que durante aquella época la Iglesia promovió la matanza de gatos por considerarlos agentes del Diablo. Esto, a su vez, habría facilitado la propagación de la peste negra por parte de las ratas. La realidad, sin embargo, es muy distinta: ningún papa ordenó el exterminio de los gatos y, según un estudio reciente, el número de gatos se mantuvo estable e incluso pudo crecer durante aquella época.

¿A qué se debe esta falsa creencia? ¿Qué problema tenía, supuestamente, la Iglesia con los gatos y en particular con los de color negro? ¿Y que es lo que sucedió en realidad? Sorprendentemente, un mito tan popular tiene su origen en un solo fragmento de una bula papal enviada a una única ciudad en toda Europa.


UN INQUISIDOR CON MUCHA IMAGINACIÓN
El responsable original de este supuesto odio a los gatos fue Conrado de Marburgo, un clérigo de la ciudad homónima en Alemania, por entonces parte del Sacro Imperio Romano. Ejerció como inquisidor a principios del siglo XIII y rápidamente se ganó una fama terrible por su crueldad: consideraba cualquier acusación como una prueba de herejía, torturaba a los acusados y no atendía a ningún razonamiento para probar su inocencia. Quienes caían en sus manos solo podían arrepentirse de sus supuestos pecados y confiar en que les perdonase la vida, al precio de denunciar a supuestos cómplices para que el inquisidor pudiera perseguirlos también.

Konrad von Marburg
Conrado de Marburgo en el detalle de una vidriera de la iglesia de Santa Isabel (Marburgo).

Una de sus obsesiones era la persecución de las sectas satánicas que, a su entender, proliferaban por todo el imperio. Tanto era así que, cuando el papa Gregorio IX fue elegido en 1227, le escribió una serie de cartas en las que denunciaba los supuestos ritos satánicos que realizaba una secta luciferina de Maguncia. Los describía con gran número de detalles, algunos totalmente inverosímiles, seguramente con la intención de asustar al papa para que considerase cuán necesario era su trabajo como inquisidor. En una de estas cartas describe un rito iniciático de la secta: después de un banquete, aparece la estatua de un gato negro con la cola erguida, que cobra vida y se pone a caminar hacia atrás; los asistentes, entonces, le besan las nalgas y después se entregan a una orgía.

Al margen de cuánto se creyese las detalladas descripciones de Conrado de Marburgo, el papa pensó cuanto menos que la amenaza de la herejía existía. En 1233 publicó la bula Vox in Rama, dirigida al rey alemán Enrique VII, en la que le ponía en guardia sobre las supuestas actividades heréticas que se realizaban en Maguncia y reproducía las cartas del inquisidor; el rey, a su vez, la envió a las autoridades de la ciudad. Pero ni la bula, ni el papa, ni el propio inquisidor pedían en ningún momento exterminar a los gatos.

Gatos manuscritos medievales
Gatos en un bestiario del siglo XIII. Los gatos aparecen muy a menudo en los manuscritos medievales, lo que no hace pensar que fueran animales denostados.

LA AUSENCIA DE GATOS NO FAVORECIÓ LA PESTE NEGRA
Resulta bastante inverosímil imaginar que dicha bula, que además fue enviada solo a Maguncia o, como mucho, a otros territorios bajo la jurisdicción de Enrique VII, diera origen a una matanza generalizada de gatos en toda Europa hasta el punto de diezmar su población. Más extraño aún sería que tuviese relación con la peste negra: esta se produjo más de 100 años después de la publicación de Vox in Rama y, además, la epidemia causó estragos también en los territorios no sujetos a la autoridad del papa, como el Imperio Bizantino, Egipto y Asia.


Los gatos no fueron perseguidos durante la Edad Media, al contrario: su popularidad como mascotas creció.

Ningún registro histórico da fe de que se produjeran persecuciones de índole religiosa o de otro tipo contra los gatos durante la Edad Media europea. Más bien era al contrario: cuando una ciudad sufría una plaga de roedores la solución habitual era traer gatos y soltarlos por las calles para que acabaran con el problema. Además, mantenían a raya a los animales que dañaban los cultivos y no eran caros de mantener, ya que al contrario que los perros, cazaban su propio alimento. La persecución de gatos durante la Edad Media tiene algo de verdad, pero de forma puntual y por razones distintas: el hambre. Durante las hambrunas y especialmente los asedios a las ciudades, cuando la comida empezaba a escasear, los gatos callejeros eran cazados como alimento.

También eran apreciados como animales de compañía desde hacía siglos y esto no cambió a raíz de las cartas delirantes del inquisidor alemán. Es más, un estudio reciente sobre la expansión del gato doméstico por Europa apunta a que la popularidad de estos animales como mascotas se mantuvo e incluso creció durante el Medievo. Para desmentir del todo su supuesta asociación con el Diablo, basta decir que incluso en los monasterios solía haber gatos, como demuestran las manchas de tinta con forma de pata encontradas en las páginas de algunos manuscritos: una prueba de que su manía de pasearse por encima de los objetos de sus dueños viene de lejos.
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