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Seis trucos para leer las etiquetas de los productos

Iniciado por melli77, Dic 11, 2016, 10:35:16

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melli77

Toda la información sobre lo que estamos comprando se encuentra en ese entramado de incomprensibles cifras que son las etiquetas de los productos. Éstas nos indican desde cuántas grasas a hidratos de carbono, aditivos, azúcares y toda una serie de añadidos que a menudo no sabemos que estamos consumiendo. Aquí van unas cuantas claves para aprender a leer las etiquetas de los productos.

1- En primer lugar conviene consultar siempre la información básica nutricional, algo que hay que acostumbrarse a hacer en absolutamente todos los casos, pues vamos a llevarnos sorpresas considerables. Productos que compramos porque son aparentemente saludables que incluyen una cantidad alarmante de azúcares (las leches vegetales son un buen ejemplo), snacks que creemos que constituyen un tentempié sano y nutritivo y son una fuente de grasas saturadas (atención a galletitas, palitos, barritas y otras "itas" que a menudo tenemos en la mesa de trabajo, junto al teclado), y así un largo etcétera de productos que no son lo que parecen. La idea es evitar, en la medida de lo posible, los azúcares añadidos y las grasas saturadas y trans, una información que nos aporta la etiqueta, y a menudo es fácil optar por una opción similar, tal vez algo más cara, con algún endulzante más saludable y grasas insaturadas. Un buen ejemplo son los palitos que mencionábamos anteriormente: en la misma estantería del súper encontraremos algunos elaborados con grasas poco saludables (es conveniente huir como de la peste del aceite de palma) y otros con aceite de oliva. Escojamos los segundos. Lo mismo ocurre con la bollería: probablemente tengamos entre las manos un bizcocho cargado de azúcar cuando, al lado, también habrá otro con menos cantidad de azúcar o incluso con endulzantes más saludables como la stevia o el agave.

Hablando de azúcar, es fundamental evitar, en la medida posible, los productos con azúcares añadidos y optar por endulzarlos nosotros en casa. Nos referimos a yogures y otros postres de cuchara, que serán mucho más saludables si añadimos nosotros una cucharadita de azúcar en casa (que sea siempre de caña), o, mejor, otro tipo de endulzante.

2- En la lista de componentes del producto, aparecen escritos por orden de cantidad, de mayor a menor. Es otro básico de las etiquetas, y bastará un vistazo para saber algunas cosas que no imáginábamos: ese zumo de naranja recién exprimido que compramos creyendo que es saludable tiene sólo un 10% de naranjas (siendo optimistas), pues antes tiene agua y una serie de conservantes y estabilizantes, en mayor cantidad que la fruta. El jamón York envasado puede contener un porcentaje limitado de jamón, el tomate frito a veces contiene de todo menos tomate... y saberlo es tan sencillo cómo comprobarlo en la etiqueta. Gracias a este gesto, podremos optar por productos más saludables, de otras marcas, que respondan mejor a nuestras necesidades.

3- No todos los E- son malos. Los E- son aditivos alimentarios autorizados por las autoridades sanitarias europeas, y en las sociedades contemporáneas se ha creado un pánico, en ocasiones injustificados, a todo lo que huela a aditivos. Hay, a grandes rasgos, seis grandes grupos de aditivos: colorantes (E-100-199), conservantes (E-200-299), antioxidantes y reguladores de acidez (E-300-399), estabilizantes (E-400-E-499), reguladores del PH y agentes antigrumos (E-500-E-599), potenciadores del sabor (E-600-E-699), Varios (E-900-E-999). De estos grupos, podemos distinguir dos grandes subgrupos: naturales y sintéticos. Esto quiere decir que muchas de las E- a las que tanto tememos pueden ser absolutamente inocuas, elaboradas con productos naturales, mientras que otros conviene mantenerlos lejos, como todos los E- seguidos de seiscientos, que corresponden al temible glutamato monosódico y otros saborizantes innecesarios.

4- En líneas generales, conviene evitar los productos con etiquetas excesivamente largas. Cuantos menos ingredientes tenga un producto, más saludable será. Es decir, que si podemos escoger una barra de pan que lleve harina, levadura y agua, el sentido común nos dirá que es mucho más recomendable que otro con una larga lista de ingredientes.


5- Del mismo modo, es interesante potenciar la producción local. Y no por motivos relacionados con el chovinismo, sino por una cuestión medioambiental. Y es que si compramos un yogur fabricado a 100 km de casa habrá tardado mucho menos en llegar a las estanterías del súper que si nos hacemos con uno elaborado en la República Dominicana. Este gesto representa un ahorro de recursos y energía que repercute directamente en el medio ambiente y la economía.

6- Es conveniente fijarse también en la cantidad. A veces las tablas nutricionales incluyen información por porción y otras lo hacen por 100 g. Hay que tener en cuenta este detalle a la hora de saber qué estamos consumiendo en realidad

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